Ahora que llega Semana Santa, fiesta religiosa de los países católicos, es un buen momento para saber cómo podemos enfrentarnos con nuestra cámara a las procesiones religiosas que se celebran. El principal problema es que muchos queremos hacer fotos en semejantes manifestaciones y es difícil ser original.
Las procesiones religiosas más famosas de Sevilla, Málaga y Granada, por poner unos pocos ejemplos, son espectaculares y llaman la atención aunque no seamos creyentes.
Es una de las cosas que hay que ver en la vida, en serio. Cristina García Rodero plasmó como nadie lo ha hecho las fiestas y ritos españoles. Gracias a ella se despertó la pasión del turismo religioso en España y ahora es imposible ir a una procesión y no encontrar a alguien haciendo fotos. Una imagen de un nazareno se ha convertido en algo estereotipado, casi como la fotografía de un gato en Instagram. Aún así, es un tema muy fotogénico en el que podemos trabajar sin aburrirnos.
Para hablar sobre el tema, voy a contaros mi experiencia en las procesiones de Villalbilla, pueblo castellano cercano a Alcalá de Henares que a muchos os sonará. Llevo años fotografiando este pueblo y he seguido los pasos bastantes veces. Sobre todo me gusta trabajar en las procesiones nocturnas, donde la oscuridad ayuda a meterse más en la historia que se rememora.
Hacer procesiones religiosas
Es importante, para empezar, ir a pueblos pequeños para poder trabajar con toda libertad sin tener que pedir permisos y sin intentar hacerse un sitio a codazos para disparar con garantías. Podemos intentarlo, pero pocas veces nos saldrán cosas buenas desde la barrera.
Cuando tengamos un buena serie, podemos intentar trabajar en las ciudades donde estén las procesiones más importantes.
Cuando tengamos un buena serie, podemos intentar trabajar en las ciudades donde estén las procesiones más importantes. Si presentamos un buen porfolio, las autoridades nos darán los permisos pertinentes para poder meternos en el interior de la fiesta.
Otra gran ventaja de empezar en un sitio pequeño es que es más fácil darse a conocer:
- Tienes acceso al cura, hacerte amigo de él y ofrecerle tus fotos para que te deje pasar a la sacristía, o a los lugares más recónditos de la iglesia del pueblo, donde se pueden conseguir tomas menos manidas.
- Si la gente del pueblo te conoce, posarán para vosotros con más ganas.
- Y por último y no menos importante, en un pueblo pequeño puedes saber con antelación, cuáles son los lugares más fotogénicos.
Mucha gente va con su cámara compacta. El pequeño tamaño del sensor no es recomendable para fotografiar en lugares oscuros. Este tipo de cámaras sólo los recomendaría para trabajar de día, igual que los móviles. De noche pierden muchos puntos, pues el ruido que generan arruinaría todas las tomas.
Es mejor equiparse con una cámara con un sensor grande, que responda bien en situaciones de poca luz aunque haya que subir el ISO, la sensibilidad. Pero los límites se los tiene que poner uno mismo, y si sólo tenemos una sencilla compacta, o un teléfono móvil, seguro que nos las podemos ingeniar para conseguir algo inolvidable.
La gran mayoría dispara con un objetivo zoom y el flash incorporado o encima del objetivo. Lo del objetivo es una decisión personal, pero sería bueno trabajar con un objetivo luminoso, y los fijos, aparte de obligarte a moverte más, destacan por sus diafragmas abiertos.
Respecto al flash, si quieres cargarte el ambiente, arruinar el misterio y conseguir fotografías planas, dispara el pequeño flash incorporado. Otra opción es que empieces a disfrutar del flash separado de la cámara para conseguir nuevas visiones.
Como suelen estar llenas de gente, tenemos que vigilar tanto el motivo principal como el fondo. Si en el fondo hay un exceso de información que llame la atención, podemos arruinar el conjunto de la fotografía. Para solucionarlo hay que cuidar mucho los encuadres, procurar trabajar con diafragmas abiertos y cuidar que el fondo no sea más luminoso que el primer plano. Todo para dirigir la mirada del espectador justo donde queremos.
El año pasado en Villalbilla opté por elegir una procesión nocturna, trabajar con un flash inalámbrico e intentar destacar con la luz las personas y objetos que me resultaran interesantes. En la hora que duró, disparé unas cincuenta veces, con el flash en distintas posiciones. Sabía muy bien cómo moverme y dónde estaban los lugares con más fuerza visual, así que gran parte del trabajo estaba hecho.
Sólo tuve que esperar a la famosa alineación de planetas para sacar buenas fotos de las procesiones. Lo divertido es que lo más seguro este año volveré y haré otras imágenes distintas, aunque las tradiciones nunca cambien. Es la magia de la fotografía.
Ya me diréis que hacéis este año.