Creo en la fotografía. Creo en el poder de la cámara. Siempre he confiado en ella como buen fotógrafo clásico. Pero una vez medí mal la luz. Por eso acudo a ti Photoshop. Mi mujer me dijo que usted puede ayudarme. Y por eso vengo a verle. Estoy convencido de que el revelado puede ayudarte…

Espero que Adobe Photoshop no me conteste como Don Corleone, pero es verdad que si dominas la técnica digital, el revelado es nuestra tabla de salvación. Por eso, entre otras cosas nunca hay que tirar los originales, aunque estés convencido de que están quemados, o totalmente subexpuestos. Siempre que dispares en RAW tienes una tabla de salvación a la que agarrarte hasta el último instante.

Os pongo en situación. Parque natural de Redes, en la desaparecida y por siempre añorada Aldea perdida. El amanecer era uno de los grandes momentos del día para sacar la cámara. Aquel día de primavera el sol rozaba la ladera de la montaña e iluminaba los árboles de la misma. Todo alrededor estaba en penumbra. Consciente de que los momentos pasan rápido, salí a disparar sin pensar, seguro de mi mismo.

Pero algunas veces la seguridad se pasa cuando te acostumbras. El día anterior estuvimos hasta las tantas disparando a las estrellas del cielo asturiano y me había dejado el ISO a 800, la cámara en manual… la cámara preparada para fotografía nocturna. No me dí cuenta. Y siempre me arrepentiré.

Hice todas las fotos que pude hasta que esa luz desapareció. Duró muy poco. No me detuve a mirar los resultados en la pequeña pantalla LCD. Estaba seguro de mi mismo y no necesitaba comprobar nada. Craso error.

En apenas cinco minutos todo terminó y mi alegría desapareció en cuanto vi que me había equivocado en todo. Medí en manual sin comprobar la sensibilidad, y todo, absolutamente todo, lo quemé. Por supuesto la luz del amanecer, la penumbra de la sombra, el cielo… Las fotografías no servían para nada.

Maldije mi falta de profesionalidad. Uno siempre tiene que comprobar la cámara antes de ponerse a disparar y no hay excusa que sirva… Menos mal que al menos hice bien una cosa. No borré absolutamente nada, como siempre. Y cuando me senté delante del ordenador y llamé a Adobe Photoshop, no dejé de pensar en cómo podría salvar semejante desaguisado.

El revelado como apoyo, nunca como solución

En todos los cursos y clases particulares siempre recomiendo dominar la cámara y los programas de tal forma que no tengas que pensar nunca, sino que te permitan actuar rápidamente para lograr los resultados que buscas.

En este caso quería salvar la fotografía. Sí o sí. Aunque parezca imposible no he vuelto a ver esa luz otra vez. Tenía varias cosas a mi favor:

1. De esa fotografía no dependía comer o no ese mes, así que no tenía una presión brutal para conseguirlo.
2. Archivo RAW.
3. Buen manejo de los programas de revelado. Si con Camera RAW no conseguía nada, todavía podía probar con Digital Photo Professional o con Capture One. Y por qué no, con GIMP.

Así que me puse manos a la obra y seguí, paso por paso, los diez pasos de mi método de revelado. Puedo resultar plasta con esta historia, pero esta fotografía supuso el punto de inflexión y la confirmación de que por fin había encontrado una forma de trabajar capaz de solucionar cualquier problema.

Dos aspectos esenciales. O debería decir tres. En primer lugar no borrar nada de la tarjeta, algo que no está dentro del decálogo pero que resulta fundamental como flujo de trabajo. En segundo lugar mirar la fotografía antes de emprender cualquier camino y por último leer correctamente el histograma.

Gracias a estas tres cosas tengo hoy esta foto, que por cierto es una de mis favoritas. Por cierto, ¿qué os parece cómo era la foto original?