La street photography, o fotografía de calle como se decía antes (y se debería seguir diciendo desde luego), es una especialidad que últimamente tiene muchos seguidores. Algo que las marcas han visto y no dudan en ofrecer todo tipo de cursos y servicios para convencerles de que sus cámaras son las mejores para tal menester.
Hace tiempo pude disfrutar de los consejos de J.G. Damlow, en cuyo blog tengo el inmenso honor de colaborar ahora.
Dio varios consejos afortunados y que podemos seguir para tener éxito en este tipo de fotografía, como anotaron en sus agendas todos los asistentes al evento.
Creo que es muy interesante volver a volcar aquí aquellos cuatro consejos que me llamaron la atención entonces. Son muy buenos para que los que quieran iniciarse en este mundo, o para los que se hayan quedado atascados.
El detalle
No tiene sentido salir a la calle con una cámara pensando en las musarañas. Es poco productivo. No consiste en salir a dar un paseo, consiste en un trabajo.
Por eso hay que estar con el ojo avizor en todo momento, pendiente de los detalles que la gente no ve habitualmente cuando va al trabajo, o cuando se desplaza camino del cine.
Muchas veces la buena fotografía está a nuestras espaldas o cinco minutos después de haber pasado por ese lugar. No es cuestión de ir con un tele, poco menos que un sacrilegio en este mundo, sino acercarse a las cosas para sacar su magia.
La cámara
Si te gusta la fotografía de calle y no llevas una cámara siempre encima, sería tan absurdo como ser un bailarín de claqué con una sola pierna, aunque alguno hay seguro.
Siempre hay que estar atento, nunca se descansa, y jamás tienes que decir qué pena que no lleve una cámara encima.
Hoy en día hay cámaras fabulosas que no pesan ni ocupan lugar en nuestra mochila. Bueno, siempre las ha habido (recuerdo a Tino Soriano con su Leica en la bandolera), pero nunca con unos precios tan competitivos y con una relación calidad precio tan buena.
La cámara no hace al fotógrafo, pero si es pequeña y discreta facilitará mucho el trabajo.
No llamar la atención
Si alguna vez tenéis tiempo para ver este vídeo donde Cartier Bresson (uno de los pilares de esta especialidad) baila con la cámara mientras trabaja entenderéis a qué me refiero con lo de ser discreto.
No hay que llevar el chaleco de fotógrafo, ni la gorra con la marca, ni la cámara con los mil y un artilugios que nos hayamos comprado.
El cuerpo con un objetivo discreto, fijo si es mejor, y una mochila o una bolsa para guardar las mínimas cosas, incluso la máquina si llueve demasiado, basta y sobra.
Nosotros podemos hacernos los turistas, para que parezca que estamos despistados y no nos impidan hacer demasiadas cosas, ahora que cada vez es más difícil fotografiar a la gente en la calle, sobre todo si nos ven con pinta profesional.
Tener paciencia
No basta con media hora, ni con dos horas antes de ir a comer con los amigos. Las buenas fotografías sólo salen cuando estamos trabajando nuestras ocho horas y ya no podemos con nuestros pies.
No es un trabajo tan duro como el de un obrero, ni tan aburrido como el de un oficinista, pero ser un buen fotógrafo exige cansarse, sudar, morirse de frio… hasta que la luz y las personas se alinean y nos ayudan a conseguir la fotografía de nuestros sueños. Hay que gastar suela de zapatos.
Muchas veces podemos encontrar localizaciones estupendas, pero ni la luz ni lo que pasa en ese momento es adecuado. Por eso tenemos que tener una agenda mental o física en la que apuntemos todos esos rincones secretos en los que podemos conseguir la imagen de nuestra vida. Y sólo así empezaremos a hacer buenas fotos.