El próximo domingo 24 de mayo, muchos de nosotros iremos a los colegios electorales a votar a los políticos que gobernarán en nuestras ciudades y comunidades durante cuatro años. El clima está muy tenso por culpa de la maldita crisis y por la vergüenza de la corrupción. Todo parece indicar que serán las más reñidas de la democracia. Eso sí, lo único que no ha cambiado son las fotografías de los candidatos. Algunos tan pendientes de su imagen y otros…
Creo en la fotografía. La fotografía hizo mi fortuna. He tenido una formación fotográfica. Sé que debe actuar con libertad pero también le hice ver que no todo debería estar permitido. Cuando se junta con los políticos que no le aprecian hace toda clases de artimañas, de trucos sucios que no terminan de convencerme, pero a veces no queda más remedio. Nunca protesté. Pero empezó la nueva campaña de las elecciones municipales y autonómicas de 2105, empezaron a despreciarla unos, y a prostituirla otros. Y todos empezaron a abusar de ella. No me queda duda de que se resistió. Defendió su honor, pero como cada cuatro años, abusaron de sus buenas intenciones con un mal uso e indiscriminado de Photoshop.
La fotografía ya no importa. Todos los años electorales confío en que será la última vez que se harán semejantes tropelías, pero siempre se repite la misma historia.
Cuando miro los carteles en la calle y en los periódicos no reconozco a nadie. Unos parecen más jóvenes y otros están desenfocados. No me puedo creer que en España, a estas alturas del partido, todavía estemos así. No llego a llorar, pero me da pena semejante desprecio. Una cosa que puede hacer tanto por los candidatos, despreciada de tal forma. La fotografía ya no importa. Todos los años electorales confío en que será la última vez que se harán semejantes tropelías, pero siempre se repite la misma historia. La fotografía parece no importar a nadie y a todo el mundo parece darle igual y me dicen que hay cosas más importantes. Pero como veo que no hay forma de que la apreciación cambie, escribo este artículo.
La campaña de 2015
Este año, al menos aparentemente, está marcado por la austeridad en los carteles. Parece que, salvo los dos grandes partidos de siempre, han tenido que hacer fotos con el teléfono móvil o tirar de archivo para poder llenar la ciudad de los rostros de los que, según lo que votemos, terminaran gobernando durante los próximos años.
Dios me libre de querer una campaña a lo grande, como si un partido fuera una marca internacional de moda, con los mejores fotógrafos y en ubicaciones paradisíacas. No tendría sentido pedir tal cosa, pero al menos creo que merece la pena un poco de calidad. Aunque sólo sea visto como un gesto de los políticos hacia una de las profesiones que peor lo están pasando y un sector, el de los autónomos, que muchas veces no llegan a fin de mes.
Y aunque se nota que los dos grandes partidos tienen más medios para contratar un buen estudio, parece que están acomplejados por su aspecto y por su edad, pues gracias a la magia del maquillaje y al uso excesivo del programa de edición de turno, algunas parecen haber hecho un pacto con el diablo. Y mentir sobre el aspecto de uno debería estar penado con menos votos, como tantas otras cosas.
En el otro extremo tenemos a los partidos más pequeños, o minoritarios como le gusta decir a la prensa seria que directamente parece que han encargado la fotografía al cuñado del vecino del portero del secretario que tiene una cámara en el móvil muy buena o a uno que sabe manejar la cámara desde que fue padre. Tomada desde ángulos imposibles, olvidándose de algo muy simple: una toma frontal es la mejor forma de parecer sincero. Cualquier picado o contrapicado está lleno de segundas lecturas que pocas veces viene bien al candidato. Parece que algunos se han olvidado de que los grandes dictadores del siglo XX les gustaba hacerse fotos en las que el fotógrafo, y por extensión todos los que vieran la fotografía, tuviera que mirarle desde el suelo.
Por no hablar de esos montajes imposibles con fotos de su padre y su madre que certifica que aunque sean del mismo partido no han tenido tiempo de reunirse como amigos para posar conjuntamente para una foto.
Y para qué seguir… la fotografía sigue siendo el patito feo en las campañas, salvo la muy notable sesión de Alberto Schommer para El País, por poner un ejemplo. Qué lejos queda Estados Unidos, donde los candidatos y presidentes no dudan en aceptar posar para los grandes, como hicieron con Avedon antes de morir. Espero que el lunes nos levantemos todos con alguien en el poder que quiera trabajar para la gente y ayudar para que entre todos salgamos del pozo en el que estamos. Y que algún día todos podamos apreciar y distinguir que una buena fotografía ayuda a que nos fijemos más en la idea que representa.