Pisadas sonámbulas es uno de los mejores libros de José Manuel Navia, y la fotografía que he elegido del libro es la pareja que abre y cierra, en la portada y en la contra, uno de los trabajos más completos sobre el paso de Portugal por sus colonias a lo largo de la historia.
Creo que una de las formas de entender la fotografía que más me han inspirado es la que aprendí con José Manuel Navia, uno de los más grandes. Fue en un pueblo gallego olvidado por el tiempo. Quizás por eso me cuesta elegir un solo trabajo de él y hablo de dos fotografías.
Para este trabajo, como indican en la editorial:
José Manuel Navia Martínez (Madrid, 1957) ha viajado por Portugal y sus ex colonias recogiendo el atractivo y la humanidad de sus rincones más variados, de sus gentes, de sus vivos y sus muertos. «El interés por Portugal y por la literatura portuguesa me llevó, primero, a fotografiar en el país vecino, recorriéndolo de norte a sur, incluidas sus islas.
Y allí, en tierras lusas, se fraguó el impulso de continuar el trabajo, siguiendo las huellas de los portugueses por algunos rincones de la tierra, animado por compartir una cierta visión del mundo, tan particular como fascinante», cuenta el artista.
Navia y la realidad de la vida
Y es que Navia es un profesional, un currante, como se dice en mi tierra. Una de las lecciones más impresionantes que he recibido fue la explicación de cómo hizo una fotografía. Era una escena de un bar de un pueblo castellano.
Quien no haya visto uno, no se puede imaginar el microcosmos que allí nace todos los días del año por la tarde, llueva o haga sol. Es pura rutina, pero elevada al cubo: la televisión siempre encendida, los abuelos que van llegando a su partida de mus o a ver simplemente cómo juegan los demás, los niños de los dueños del bar aburriéndose como ostras corriendo sin parar en un lugar del que no pueden escapar, el sol entrando por las mismas ventanas que se pusieron en los años cincuenta…
Pues en este universo cerrado se integró, se fusionó, de tal forma que pudo disparar varias veces hasta encontrar la fusión perfecta entre los abuelos, los niños y la televisión y sobre todo la luz, fuente fundamental de alimento de nuestro fotógrafo.
De una situación que cualquiera dejaría por aburrida, él encontró oro y no paró hasta que consideró su trabajo terminado. Muchas veces no basta con llegar, ver, disparar e irse.
Pisadas sonámbulas
Las fotografías que ilustran este artículo son las primeras del libro, y presagian el mundo que vamos a ver a través de la imagen, un mundo que se fue, del que ya sólo quedan los recuerdos y que vuelve a través del libro que tenemos entre manos. Son unos pies que vienen y otros que se van.
Pisan el mismo charco, pero desde un ángulo distinto. Sirven de ilustración al siguiente texto de Miguel Torga:
Tenemos fiebre de espacio, pero nos basta el espejismo de la realidad. Recorremos el mundo fantasmagóricamente, dejando en él huellas de pisadas sonámbulas.
Es decir, dan nombre y sentido al conjunto. Y esto es importante. No tenemos que hacer fotografías buenas y ya está. Eso lo hace cualquiera con una cámara y un poco de iniciativa y suerte.
Lo difícil de este oficio, lo realmente difícil, es conseguir tal número de buenas fotografías que te permitan crear una historia, con un mismo estilo y una misma luz.
Los tres pasos de Navia
Navia, que en realidad son tres personas, un equipo con un fotógrafo, una editora y una laborante. José Manuel, Carmen y Marta, sigue un esquema a la hora de trabajar que, a la vista de los resultados funciona muy bien:
- Un paso racional, donde se busca toda la documentación para encontrar los lugares, buscar fuentes de información y preparar toda la burocracia necesaria.
- Un paso irracional, donde el fotógrafo, armado únicamente con su cámara, dispara dejándose guiar por el instinto. Si tienes un estilo, como Navia, solo dispararas cuando el sol este bajo o el cielo cubierto de nubes.
- Un paso de nuevo racional, en que se selecciona todo el material, se edita y se le da forma.
Estas imágenes no fueron pensadas, pero estaban latentes en la memoria del fotógrafo y se han convertido en el punto de salida de un libro de autor, fuente de inspiración para muchos de los que amamos la sensación de detener el tiempo.