Mogarraz

La fotografía como memoria del tiempo en Mogarraz

En Mogarraz, en la sierra de Francia, en España, el pintor Florencio Maillo ha aprovechado el archivo del fotógrafo Alejandro Martín Criado para homenajear a todos los vecinos del pueblo partiendo de la fotografía como memoria del tiempo.

La fotografía está entre nosotros desde el año 1839, cuando desde París se presentó. Ha servido para documentar como es el mundo, la manera de relacionarnos y comportarnos ante las cosas. Podríamos detenernos en muchos momentos cuando la vemos como memoria del tiempo, pero me voy a detener en uno en concreto, en la época en la que en España fue obligatorio sacarse una foto para el documento nacional de identidad, en los ya lejanos años 60.

Durante aquella década se instauró el DNI (documento nacional de identidad) como documento identificativo de los españoles. En las ciudades era relativamente sencillo acudir a un fotógrafo, en una época en la que no existían los populares fotomatones que todavía resisten en los bajos de los comercios, en las salidas de los grandes centros comerciales y en las bocas de metro de las grandes ciudades.

Pero en aquella época, en los pueblos era poco menos que imposible hacerse una foto carnet, por lo que los alcaldes se vieron obligados a contratar a los fotógrafos de la comarca para que hicieran el inmenso trabajo de documentar a todos los habitantes de los pueblos y aldeas de las comarcas.

Entonces el fotógrafo era una personalidad más del pueblo, a la altura del cura, el alcalde o el veterinario. Estaba presente en todos los acontecimientos importantes de tu vida, desde el nacimiento de tu hijo hasta los entierros de tu familia, pasando por tu boda y las comuniones de tus niños. Ahora el fotógrafo de tales eventos es, muchas veces, el sobrino de tu cuñado que tiene una cámara muy buena.

De aquel entonces es, por poner uno de tantos ejemplos, uno de los fotógrafos más memorables de la fotografía española, Virxilio Vieitez. Su retratos son una joya a la altura de las mejores obras de Richard Avedon o Irving Penn. Y tenemos que recordar que era plenamente consciente de que esos retratos eran para pegarlos en un documento a un tamaño de 3×3 cm. Es un canto al trabajo bien hecho.

El trabajo de Florencio Maillo en Mogarraz (Salamanca)

Bien, pues investigando por internet, he encontrado la historia de un fotógrafo de pueblo que se ha recuperado recientemente en Mogarraz, uno de los pueblos salmantinos más bonitos de la sierra de Francia. Desde aquí doy gracias a la autora de Viajando tranquilamente por España por descubrirnos la figura de Alejandro Martín Criado.

Mogarraz
Florencio Maillo en Mogarraz

Cuando llegamos a este pueblo, lo primero que nos llama la atención es la belleza de sus calles, a la altura de las de La Alberca, considerado por algunos el pueblo más bonito de España, aunque hoy esté destrozado por el comercio turístico mal entendido, lleno de productos de imitación en vez de aprovechar la riqueza de semejante tierra. Mogarraz afortunadamente no ha caído en el horror de su pueblo vecino.

Pero en 2012 otro vecino del pueblo, el pintor Florencio Maillo,tuvo la genial idea de aprovechar dicho documento antropológico y llenar el pueblo con cuadros inspirados en las fotografías de su paisano, colgándolos en las casas que una vez habitaron.

Pues bien, este fotógrafo tuvo la misión de retratar a todos los vecinos del pueblo para cumplir con la ley. Durante la guerra civil fue piloto, pero una vez terminada la contienda volvió a su pueblo para trabajar como fotógrafo. En los sesenta le llegó su gran encargo, fotografiar a los 388 vecinos por orden del señor alcalde. Y como suele ocurrir, toda esta historia cayó en el olvido.

Pero en 2012 otro vecino del pueblo, el pintor Florencio Maillo, tuvo la genial idea de aprovechar dicho documento antropológico y llenar el pueblo con cuadros inspirados en las fotografías de su paisano, colgándolos en las casas que una vez habitaron.

La exposición tuvo tanto éxito que hoy en día los cuadros siguen colgados de las fachadas de las casas y se ha convertido en una seña de identidad del pueblo. Incluso parece ser que han aprovechado la torre de la iglesia para colgar los retratos de aquellos cuyas casas han desaparecido. El efecto es increíble, y todo un reconocimiento a la figura del fotógrafo del pueblo, cuando era un personaje respetado y querido por su buen hacer.

Con esto quiero decir que muchas veces puede que no reconozcan nuestro trabajo, algo que tampoco necesitamos, pero podemos tener la esperanza de que alguien sepa ver su valor y le inspire para hacer algo nuevo. El trabajo de fotógrafo es duro, pero siempre tenemos que tener la necesidad de hacerlo bien. No sabemos lo que nos deparará el futuro.

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