Curso de fotografía TC (VI)

Como adelanté en el anterior capítulo de este curso de historia de la fotografía, hubo un tiempo dorado en el que los fotógrafos soñaban con mujeres que les olvidaban a los dos días, compartían veladas con los intelectuales de París, y hacían fotos de los habitantes del mundo con la misma naturalidad que los demás nos levantamos de la cama. Eran personas con el aura mítica de los grandes soñadores que a todos nos gustaría ser.

No eran diferentes al resto de los mortales, pero supieron aprovechar la vida. Enseñaron a la humanidad, con sus imágenes cotidianas, como era el triunfo, la desesperación, la esperanza y el deseo del pueblo; y estaban situados en primera fila observando el mundo cultural de entonces. Muchos de estos fotógrafos ya los conocemos: Capa, Brassaï, Cartier Bresson, y Doisneau…

No eran diferentes al resto de los mortales, pero supieron aprovechar la vida

Robert Doisneau nació en París en 1912, y pocas veces abandonó la ciudad de la luz. Desde pequeño caminaba por las calles de la ciudad del mundo para confirmar la existencia del universo cotidiano que amaba. Entró en la fotografía de manera autodidacta, ya que su trabajo de litógrafo no le permitía plasmar todo lo que sus ojos querían fijar. Empezó como fotógrafo publicitario, pero la guerra le llevó a colaborar con la Resistencia. Una vez terminada la locura, se dedicó a la moda, gracias a un contrato de la revista Vogue, que le sirvió para hacerse amigo de la alta sociedad. Pero él no se sentía cómodo en ninguno de estos ambientes; él añoraba la calle. La prueba de ello es que ninguna de las obras de esta época ha pasado a la historia.

Doisneau buscaba lo “fantástico social” en París,

Ese teatro en el que pagamos la entrada con el tiempo perdido

como solía decir. París era su mundo y no necesitaba nada más.

La historia de la fotografía de El beso.

Durante el Plan Marshall, el plan de rehabilitación de la vieja Europa a manos de los norteamericanos, la fiesta de la vida comenzaba de nuevo. Había dinero para levantar los edificios destruidos por las bombas, y el día ya no era el tiempo que se dedica a buscar comida, sino una oportunidad para ser feliz una vez más. La revista Life quería reflejar este nuevo espíritu, y encargó a una agencia un reportaje sobre los enamorados. Llamaron a nuestro fotógrafo. Como el trabajo corría cierta prisa, pidió a dos amigos, una joven pareja de enamorados, que posaran para él. Los dos estudiantes aceptaron encantados. Tan solo tenían que andar por París besándose (a qué pareja no le gustaría), mientras el eterno paseante les enfocaba y les atrapaba. Y llegó el momento mágico de nuestro pescador: el bullicio del fondo, la gente pasando indiferente porque llega tarde, y una pareja que se detiene para besarse, sin importarles otra cosa que ellos mismos. Es la viva imagen del amor, como todos nos lo imaginamos o deseamos que nos pase.

Robert-Doisneau-Le-Baiser-Hotel-de-Ville-Paris-1950
Robert Doisneau, Le Baiser Hotel de Ville Paris 1950

 

Esta foto de 1950 no triunfa hasta 1986, cuando hacen un cartel con ella. Desde entonces, Doisneau estuvo marcado por una imagen que nunca le gustó. No quería forzar los momentos, prefería encontrárselos; lo único que deseaba era pescar en una atmósfera tejida de sueños.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.