La fotografía es una de las actividades más creativas que podemos disfrutar. Sólo estás tú y tu cámara ante las múltiples posibilidades que te ofrece la realidad. Y sin embargo hay fotógrafos que buscan copiar las fotografías de los demás y huyen de un estilo fotográfico propio.
Hay muchas cosas que me han llamado la atención en mi vida fotográfica, pero una de las cosas que más me ha impactado es conocer la historia de un aficionado. Ya la conté hace tiempo…
Este señor, aficionado a la fotografía hasta límites insospechados, tiene una obsesión. Su equipo es de los mejores que se pueden encontrar en las mochilas de muchos profesionales. Prácticamente tiene de todo.
Y cuando sale a disparar solo lo hace con una intención: conseguir exactamente las mismas imágenes que uno de los más prestigiosos fotógrafos de naturaleza que tenemos por estos lares.
Tenemos que conseguir hacer algo que no haya hecho nadie. Hay que innovar. Inspirarse, no copiar.
Es su objetivo en la vida. No va, por ejemplo, a la playa de las Catedrales, en el caso de que el reconocido fotógrafo y autor de libros haya ido alguna vez en su vida (que imagino que sí), sino a exactamente el mismo lugar donde dicho fotógrafo tomase una de sus maravillosas fotografías de ese lugar masificado.

Es un observador nato, pero de las fotografías de uno de los grandes comunicadores de nuestra tierra. Primero tiene que encontrar la localización, luego la hora, y rogar a los cielos que las condiciones climáticas coincidan al 100%.
Cuando consigue una copia exacta, digo una foto perfecta, vuelve a los libros del maestro y se pone como nueva meta encontrar la localización exacta de otra de las famosas imágenes.
Desconozco si luego las enseña a sus allegados, o las almacena en cientos de discos duros sin control, donde guarda como trofeos esas fotos de otra persona.
No tener estilo fotográfico
Me llama mucho la atención cómo hay personas que en los talleres no buscan aprender técnicas, o el modus operandi de cualquier fotógrafo interesante, sino encontrar esas localizaciones que les vuelve locos para intentar hacer la misma foto que ha visto en un libro o en las redes sociales.
Ese punto de vista, ese lugar fotográfico como deberían decir en las carreteras, pasará a convertirse en una bella postal, y dicho espacio perderá toda su magia por convertirse en un estereotipo. Por eso no termino los talleres donde se limitan a enseñarte localizaciones.

Ese espacio maravilloso se convierte así en algo ya visto, poco llamativo para los consumidores de imágenes que somos. El ejemplo más claro es la maravillosa imagen de Ansel Adams del Gran Capitán. Hoy hay un mirador donde las hordas de fotógrafos hambrientos buscan hacer exactamente el mismo disparo los días de tormenta. Con trípode y todo.
Y lo mismo ocurre con todos los miradores que hay en España. Se han convertido en puras postales que todo el mundo hace sin ton ni son.

Es maravilloso que todo aquel que quiera pueda disfrutar de las maravillosas vistas del cañón del río Lobos, del meandro Melero o del Pozo de la Oración. Pero parece que ya no eres fotógrafo si no vas a la playa del Silencio con el filtro graduado, o haces el bosque de Otzarreta con la niebla…
Pero los fotógrafos tenemos que esforzarnos en encontrar otras formas de mirar. Tenemos que conseguir hacer algo que no haya hecho nadie. Hay que innovar. Inspirarse, no copiar.
Conclusión
En definitiva, creo que cada uno puede hacer lo que quiera. Faltaría más. Pero que no viene mal una reflexión. Y sobre en estos tiempos donde la gente no quiere buscar. Prefieren que les den todo mascado.
Sherrie Levine fotografía las fotos de Walker Evans, literalmente. Y triunfó. O en la página de Valentín Sama recuerdan al fotógrafo Wolfgang Vollmer, que en 1995 hizo exactamente los mismos disparos que Chargesheimer y a la misma hora. Son otras historias, o tal vez las mismas que estoy contando aquí.
Pero pienso que si nos limitamos a copiar los mismos encuadres que ya han hecho otros y no aportamos nada de nuestras vivencias personales estamos perdiendo algo muy importante, que no es otra cosa que nuestro estilo.
Si hacemos lo que hacen otros estamos renunciando a nuestra peculiar y única forma de ver las cosas, y pasamos de ser personas a ser mimos… Sí, de esos que solo copian lo que tú haces. Y creo que no hay nada más irritante.