Ayer tuve la inmensa suerte de ver Corazón silencioso dentro del excelente ciclo Tánatos en lo cotidiano comisariado por Isabel Sánchez Fernández en La casa encendida. Y es una de las mejores películas que he visto sobre la función principal de la fotografía.
Isabel Sánchez lleva muchos años al frente del ciclo de cine social en los veranos de La casa encendida en Madrid. Este año el tema es apasionante, difícil, pero lleno de preguntas y respuestas. La muerte, tánatos. Y como siempre el cine nos muestra diferentes caminos para enfrentarnos a las cosas.
La primera película, Corazón silencioso de Bille August, narra una reunión familiar de un fin de semana donde la matriarca decide celebrar la navidad aunque falten unos meses. Ella está aquejada de ELA.
Y lo que más me sorprendió de la película, además de su excelente dirección de fotografía, obra de Dirk Brüel, es la relación que tienen los protagonistas con sus fotografías familiares.
En muchos momentos de ese fin de semana, contemplan los álbumes, las fotografías colgadas de las paredes, guardadas en los libros, apoyadas en los muebles. Y lo que pasa me ha hecho recordar para qué queremos sacar fotos.
La función principal de la fotografía
Las fotografías son para recordar que algún día fuimos felices y formamos parte de algo. Que nos subíamos en los hombros de papa o corríamos con mamá. Que alguna vez nos reímos sin parar con los amigos en el campamento y que alguna vez fuimos jóvenes.
Esa es la fuerza de la fotografía. Detener el pasado para recordarnos cómo éramos cuando las veamos en un momento de calma del futuro. Seguro que todos tenemos esas fotos ya descoloridas en algún lugar de nuestras casa y algunas veces necesitamos verlo para reír. O tal vez llorar de nostalgia.
La fotografía como recuerdo, como símbolo de lo que fue. No hay nada que nos reconforte más que ver las fotos de nuestra niñez o de la juventud. Y aunque veamos a alguien que ya no está con nosotros, más que llorar sonreímos por el buen momento que retrata la fotografía en la que sale.
Porque sólo hacemos fotos cuando somos felices o en fechas importantes. Es una forma de reconocernos como parte de un grupo. Desconozco si en un futuro nos veremos en esos selfies que se hacen ahora. O si será lo mismo ver las fotos digitales en las pantallas 16k OLED 4D que tendremos en un futuro que poder tocarlas y sentirlas en el papel que tenemos ahora.
El recuerdo de las fotografías
Ver un álbum familiar es una de las cosas más reconfortantes que podemos hacer. En Corazón silencioso la cámara se detiene en esos momentos familiares en blanco y negro. Y puede que sea una de las pocas veces en las que la familia ríe. Incluso hay un momento en el que una amiga de la familia recibe como regalo una de ellas y la expresión de su cara es de suma felicidad.
No es la única película en la que la fotografía cumple ese papel. No puedo evitar recordar a los replicantes de Blade Runner que guardan como un tesoro esas imágenes familiares, y por las que no dudan en arriesgarse continuamente u observarlas mientras tocan el piano borrachos… Un momento… (guiño cinéfilo).
Por eso, ahora que algunos estáis en vacaciones, y otros nos vamos en el mes que viene, no podemos dejar de hacer fotos a la gente que viaja con nosotros para recordar en el futuro que alguna vez fuimos jóvenes y que nunca dejamos de reír aunque apenas fuera en el instante del disparo.
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