Este artículo es triste. Me gustaría no haberlo escrito. Pero hoy estoy seguro que la fotografía, como dijo Susan Sontag, atestigua la despiadada disolución del tiempo. No nos queda más remedio que ver la fotografía como nostalgia.
Hace ya tres años que murió una de las mejores personas que he conocido. Tengo la suerte de poder decir que fue mi amigo. Estuvo siempre riendo al lado de mi familia. Y cuando perdimos a mi padre, estuvo cerca de todos nosotros. El tiempo irá borrando el pasado y llegará un momento en el que olvidaremos ciertas cosas. Pero las fotografías de las fiestas, el retrato que le hice en el libro que dediqué a mi padre, permanecerá siempre en nuestras retinas. Ese es el gran poder de la fotografía. Por encima de los recuerdos y de los vídeos. Recordamos fragmentos, fotos, nunca secuencias.
La fotografía registra lo que está desapareciendo… como los parientes y amigos muertos conservados en el álbum familiar, cuya presencia en fotografías exorciza algo de la ansiedad y el remordimiento provocados por su desaparición… nos procura una relación de bolsillo con el pasado.
La fotografía vence a la muerte, y permite volver a ver un reflejo de los que se han ido. Es la mejor medicina para la nostalgia y en cierta manera procura la inmortalidad. Todos seremos inmortales mientras una sola persona sea capaz de poner nombre a una fotografía nuestra. Y mi amigo, nuestro querido amigo, permanecerá para siempre.
Desde siempre, los fotógrafos hemos sentido la necesidad de retratar todo lo que nos rodea para mostrarlo después. Los turistas fotografían para demostrar que han estado en tal sitio, sin importarles mucho la calidad final. Lo importante es poder enseñar un documento que certifique su viaje, no vaya a ser que no los crean. Y todos, absolutamente todos, incluso a los que no les gusta la fotografía, retratamos a nuestros seres queridos para llevarles en la cartera, o ponerlos en las redes sociales. Y si hay niños de por medio, con más motivo.
Es dramático descubrir que en las tragedias donde alguien pierde su casa, por inundaciones o terremotos, una de las cosas que más sienten perder los afectados son las fotografías de sus seres queridos.
Es dramático descubrir que en las tragedias donde alguien pierde su casa, por inundaciones o terremotos, una de las cosas que más sienten perder los afectados son las fotografías de sus seres queridos. Entonces nos damos cuenta de una cosa, que hacer fotografías no es ninguna tontería. Que las fotografías ganan con el tiempo. Y que todos queremos recordar de la mejor manera posible a las personas que se han ido. Ahí están Richard Avedon con su padre, Annie Leibovitz con su amada Susan Sontag…
Fotografía como nostalgia
En ese momento, en el terrible momento en el que te das cuenta de que alguien se ha ido y nos ha dejado un poco más solos, queremos tener una buena fotografía de esa persona querida, o de sus lugares preferidos. Y empezamos a buscar en el móvil, en la tableta, en las fotos que tenemos guardadas en un disco duro que hace tiempo que no encendemos, en los cd´s que grabamos cuando alguien nos habló de las copias de seguridad… Y descubrimos que no tenemos una imagen nítida de su sonrisa, que en aquella foto aparece de espaldas, que la toma está subexpuesta o totalmente quemada. Entonces nos damos cuenta del poder de la buena fotografía y de su importancia.
Y descubrimos que no tenemos una imagen nítida de su sonrisa, que en aquella foto aparece de espaldas, que la toma está subexpuesta o totalmente quemada. Entonces nos damos cuenta del poder de la buena fotografía y de su importancia.
Parezco apocalíptico, lo sé. Desde que murió mi padre, una de las cosas que más me gustan es ver las fotografías que le hice. Es una de las formas que tengo para recordarle siempre. Y cuando las ven mis hijas, sé que le recordarán, a través de mis ojos, eso sí. Pero podrán describirle con todo lujo de detalles. Y si encuentran alguna fotografía buena, podrán hasta imaginarle.
Con mi amigo pasará lo mismo. Posó en el libro que hice sobre mi padre. Y siempre que quiera recordar, sólo tendré que abrir el libro por la página en la que está y automáticamente llegaran a mi memoria un torrente de historias, buenos consejos, y momentos felices.
Con este artículo, además de homenajear a nuestro amigo, os animo a coger la cámara para recordar todos los buenos momentos de vuestra vida y retratar a los seres queridos que os rodean. Con cariño y con cuidado, eligiendo bien la cámara y el encuadre, revelándolas con cariño. La fotografía no es banal. Os aseguro que es necesaria. Te echaré de menos J. No dejo de recordar que las fotos de Almería nunca te las enseñé.
De hecho, la nostalgia, el recuerdo, fueron unos de los motivos por los que la gente fotografiaba. Las fotos de celebraciones familiares, viajes, vacaciones, iban a parar todas ellas a la caja de latón de galletas o membrillo, para ser contempladas de nuevo cada cierto tiempo. Es ahora que se ha perdido en parte, o ha cambiado, porque nada se crea o destruye sino que se transforma, este sentimiento de recuerdo del pasado para convertirse en documento del presente. La inmediatez de las redes sociales hace que documentemos, en algunos casos hasta límites que rozan el absurdo, nuestra vida diaria hasta el más mínimo detalle: lo que vestimos, lo que comemos, lo que hacemos debe ser visto y compartido en el mismo momento, pero para que desaparezca de nuestra memoria en el mismo instante que lo publicamos, sin ese sentimiento de que hacemos fotos para que en un futuro, recordemos el pasado.
Buenas…
Me encanta tu comentario y estoy totalmente de acuerdo con tus acertadas observaciones. Gracias por pasarte