Paul Strand en Madrid

Ayer pude ver por fin una de las exposiciones de la temporada en Madrid, la retrospectiva de Paul Strand, una de las figuras claves de la historia de la fotografía. Es la primera vez que podemos ver tantas copias vintage del autor gracias a la Fundación Mapfre.

Paul Strand es una de las figuras fundamentales de la fotografía. Debería ser una figura entronizada en todas las escuelas de fotografía y en los manuales de historia del arte de todos los colegios. Pero la fotografía no aparece en ellos…

Para un neófito la exposición que acaban de inaugurar en la Fundación Mapfre puede resultar difícil. No verá una espectacular selección de grandes imágenes recién reveladas según los gustos modernos, sino las copias que se hicieron bajo la supervisión del autor o que produjo él mismo. Son copias oscuras, muy oscuras, con un papel duro, muy alejadas de los ricos matices que nos gustan ver hoy en día. Además, como documentos históricos delicados, están muy poco iluminados. Al entrar, el espectador puede tener la sensación de estar en una iglesia.

Pero si  a ese espectador nuevo le gusta la fotografía de verdad, enseguida empezará a descubrir los secretos a voces que cuentan todas las imágenes que forman parte de la exposición, desde los primeros titubeos del pictorialismo, esa cruz que lleva la fotografía, hasta la plenitud de sus trabajos en Ghana, y por supuesto la excelencia de la época mexicana.

La vida y obra de Paul Strand

Paul Strand nació en Nueva York y tuvo la inmensa suerte de cruzarse con dos de las figuras más importantes de su época: Lewis Hine como su maestro en la Ethical Culture School de su ciudad y Alfred Stieglitz como mentor y amigo.

Gracias a ellos pronto comenzó a destacar. Él fue un buen alumno con excelentes maestros que le guiaron y ayudaron a despegar para conseguir una importante carrera en la que se puede descubrir con suma facilidad la evolución de su pensamiento.

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Según se cuenta en el excelente catálogo de la exposición (de nuevo imprescindible) sus propios amigos y familiares reconocen que era una persona complicada, lenta y reflexiva. Es decir, que le daba mil vueltas a las cosas y en su profesión no iba a ser menos. Podía pasar todo un día con una persona hasta que conseguía lo que quería. No le importaba modificar la realidad para conseguir una buena luz o una composición llamativa. Podría decirse que era hasta obsesivo. Quizás ese es su secreto para dar a luz fotografías como Railroad Sidings, New York; Wall Street, Nueva York 1915; Mujer ciega, 1916; Valla blanca, 1916; Mujeres de Santa Ana, 1933; Muchacho, 1951

Siempre quiso tener el máximo control sobre la copia, desde la toma hasta el positivado. Y buscaba las mejores soluciones. Esto le llevó a investigar diversos procesos y técnicas que le permitieran conseguir el mayor grado de perfección. Por ejemplo, siempre le gustaron las costosas copias al platino, que sólo podía hacer por contacto.

Por eso ideó un sistema para conseguir a partir de la pequeña placa de sus primeras cámaras un negativo mayor que le permitiera obtener la gama tonal que buscaba. Por eso sólo positivaba sus mejores obras. Con el tiempo tuvo que desistir y conformarse con las copias de gelatina de plata que todos conocemos, y trabajar con máquinas mayores que le permitían una mayor nitidez, como podemos ver en sus últimos trabajos.

Y una de las cosas más curiosas de la exposición es ver varias fotografías con diferentes revelados y técnicas para poder apreciar los matices y virtudes de cada una de ellas.

La exposición

Está dividida en tres partes: Del pictorialismo a la modernidad, Del círculo de Stieglitz al retrato de la comunidad y Semblanzas de la historia y la modernidad.

En la primera parte veremos las primeras obras pictorialistas de Paul Strand, de las que extrañamente no se arrepintió. Y enseguida vemos cómo empieza a investigar a partir de las nuevas corrientes europeas que lo llevan a la abstracción o al cubismo picassiano.

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En la segunda, por la fuerte influencia de Stieglitz, conoceremos su pasión por los detalles y el cambio sustancial en su fotografía de retrato. Cada vez se acerca más y encuentra primordial la calidad de imagen y registrar el paso del tiempo y las características propias de cada lugar. De esta época es su trabajo en México (quizás el que más literatura ha despertado) o uno que desconocía, el de la península de la Gaspesia, en Canadá. Y también podemos ver el documental Manhatta, su primera película y que está considerada como la primera película vanguardista norteamericana.

En la última parte, que va de los 40 hasta los 60, descubrimos los trabajos editoriales de Paul Strand, donde ahonda en la idea del paso del tiempo. Y su exilio político a Francia por sus ideas comunistas, mal vistas en la América de entonces. Sus trabajos en Nueva Inglaterra, su fijación por el neorrealismo italiano, o el trabajo que hizo en Ghana destacan dentro de esta parte de la exposición.

Algún día se reconocerá el papel de la Fundación Mapfre por la calidad de todas y cada una de las exposiciones de fotografía que está organizando en colaboración con algunas de las instituciones más importantes del mundo. Algunos críticos achacan a la Fundación de que sólo exponen a autores extranjeros, y es algo que no se puede negar. Pero gracias a ellos podemos ver y disfrutar la obra de Cartier Bresson, Walker Evans, Stephen Shore, Coburn,… Suma y sigue. Sólo espero que algún día me oigan y traigan por fin una retrospectiva de Richard Avedon.

La exposición podemos verla hasta el 23 de agosto en la sala Barbara de Braganza, en el número 13 de la calle del mismo nombre de lunes (sólo tardes) a domingo. La entrada es gratuita.

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