Los puentes de Madison

El otro día, tuve la feliz ocurrencia de leer «Los puentes de Madison», imaginando que iba a disfrutar de un libro superior a la película a la que inspira. Craso error. Puedo afirmar sin miedo que la película no solo es mejor, sino que es otra historia en todos los sentidos. La novela es un tímido esbozo del excelente guión de la película del nunca suficientemente apreciado Clint Eastwood.

Pero hay una frase, que no recuerdo en la película (que sin duda tendré que volver a ver para quitarme el mal sabor de boca) que habla sobre la intensidad de la labor del fotógrafo:

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«Bajó del árbol. Bajó hasta la orilla. Sacó una tercera cámara de la mochila. Después de veinte minutos de trabajo intenso como sólo lo conocen los soldados, los cirujanos y los fotógrafos, Robert Kincaid metió las mochilas en la camioneta y volvió por la misma carretera que lo había traído.»

Muchas veces, cuando la luz se acaba, o la persona que estás retratando deja de mirarte como hacia un instante, te das cuenta de que la buena fotografía no depende de apretar un botón. Hay mucho más y la gran mayoría de las personas no lo saben. Hay que aprovechar el momento justo porque si no desaparece para siempre. Y ese momento puede durar tan poco como la milésima parte de un segundo. El fotógrafo es el único que lo ve. Y sabe que casi no tiene tiempo. Como lo pierda, lo perderá para siempre. Esa es la tensión que nos da vida.

2 comentarios sobre “Los puentes de Madison”

  1. Esa película es de mis favoritas…ese fotógrafo es como el paradigma del hombre enamorado de su máquina y de lo que ve a través de ella…me recuerda a ti…

  2. Ya me gustaría a mí tener el aura que tiene Clint en esta película. Lo que si es verdad que yo quiero a la fotografía tanto como él

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