Ansel Adams es poco menos que un mito para los fotógrafos de naturaleza. Él fue de los primeros que probó las mieles del éxito después de una vida dedicada al trabajo. Su camino fue duro, pero todavía hoy le recordamos como uno de los grandes.
La red no es sólo un lugar para cotillear. Podemos encontrar mil cosas, y el otro día, buscando información sobre Ansel Adams encontré muchas cosas interesantes sobre su figura y lo que podemos aprender de su trabajo.
No puedo dejar de recomendar sus libros sobre el sistema de zonas, difíciles de encontrar pero fundamentales incluso hoy en día. Y si podéis ver el documental Ansel Adams. An American Experience seguro que aprenderéis mucho más de una figura fundamental de la fotografía internacional.
En algunos sitios hablan de diez cosas (seguro que no es para decir un número redondo que tan bien queda en los titulares) que podemos aprender de él. Sinceramente creo, que en el aspecto fotográfico, muchos deberíamos tenerle en nuestros altares aunque la fotografía de paisaje no sea nuestra pasión.
Las lecciones de Ansel Adams
La primera y más importante es una confianza absoluta en el trabajo duro por encima de todas las cosas y una creencia firme en lo que tú haces. A él no le llegó el reconocimiento mundano hasta cumplidos los sesenta. Hasta entonces subsistió con trabajos comerciales. Y de paso creó una de las técnicas más importantes de la historia de la fotografía.
Su formación es clásica. No podemos olvidar que era pianista y uno de los artistas místicos más desconocidos. Fue capaz de sentir la naturaleza como nadie. Y no paró hasta trasmitir esa sensación a todos los que contemplaran sus fotografías.
La técnica es fundamental. Si podéis leer su famosa trilogía os daréis cuenta de lo importante que era para él dominar todos y cada uno de los pasos, desde la configuración de la cámara con todo tipo de filtros, la exposición (que logró dominarla sin ayuda del fotómetro) hasta el revelado final.
Esto es algo de lo que muchos tenemos que aprender. La fotografía nace en el momento del disparo pero el revelado es el 50% del resultado final. Antes dependía del revelador y de las temperaturas. Ahora tenemos los distintos tipos de sensor y los variados programas de revelado para lograr una copia final convincente desde nuestro punto de vista, no de la realidad, como muchos hacen.
Es suya la frase, que yo he citado muchas veces, que un negativo (o archivo digital) es como una partitura musical. Cada uno la interpreta como sabe o puede en un principio. Al final positivas como hayas sentido el momento del disparo.
Es suya la frase, que yo he citado muchas veces, que un negativo (o archivo digital) es como una partitura musical.
Otro aspecto fundamental en su trabajo es evitar pensar en hacer fotos bonitas, fotos postaleras, como yo digo. Hay que comunicar sentimientos. El observador tiene que mirar como si viera a través de tus ojos. Tiene que notar todos los matices que tú has querido reflejar. Por eso no deja de ser absurdo que sus seguidores acudan en masa a hacer las mismas fotos que hizo él como homenaje. Jamás tendrán sus mismas vivencias.
Y esto es lo que lleva quizás a la más importante lección del maestro. Sabía la fotografía que iba a hacer incluso antes de montar el trípode. Tenía el poder, mejor dicho la experiencia, de ver el futuro antes siquiera de dar al obturador. Es la famosa visualización que tantos querríamos tener y que con trabajo y más trabajo empezamos a vislumbrar.
Cuando dejamos de disparar sin ton ni son y guardamos la cámara porque no nos gusta la luz o hay algo que no nos convence -una piedra, un color o una expresión- estamos empezando a ser fotógrafos a la manera de Ansel Adams.
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