Hay veces que caemos en los prejuicios y nos perdemos cosas interesantes. Es más grave cuando nos ocurre con las personas. Y he de reconocer que con José Ortiz Echagüe tenía una cuenta pendiente, y no me queda más remedio que descubrirme ante este alcarreño polifacético.
Es el representante por excelencia del tardopictoralismo español, último esqueje de la tendencia victoriana de principios del siglo XIX, aquella que en un debate absurdo entre la Verdad y la Belleza (en mayúsculas para darse más importancia) salía ganadora la Belleza.
El pictorialismo era un intento inútil por salir de la vulgaridad, llevado a cabo por la alta burguesía aburrida de su propia vida.
El pictorialismo era un intento inútil por salir de la vulgaridad, llevado a cabo por la alta burguesía aburrida de su propia vida. Era una imitación estereotipada de los preceptos prerrafaelistas seguidos ya por los más mediocres pintores academicistas. En 1869 tenían la idea de
Fijar las leyes que gobiernan la disposición de una fotografía para que tenga el mayor efecto pictórico posible.
Era, como dijo un crítico
Construir fotografías en lugar de tomarlas, eligiendo temas pretendidamente artísticos, trascendentes o edificantes, buscar los modelos más apropiados para representar a sus personajes, disponerlos teatralmente en el contexto de una escenografía ampulosa y recargada, y hacerles posar del modo más convincente y apropiado al argumento moralizador de sus sublimes creaciones.
En España este estilo triunfó cuando había muerto en el resto del mundo, que se había dado cuenta de que era poco menos que una tontería destruir el carácter fotográfico de la fotografía. Pero en una sociedad enferma de odio y enfrentamientos entre hermanos, con una estética cultural anclada en el pasado, el pictorialismo era la culminación del arte, con un buen gusto similar al de los salones de boda que hoy pueblan nuestras ciudades y carreteras.
Una cosa que no se les puede negar a estos artistas, en el mal sentido de la palabra, es su virtuosismo técnico, dando lugar a obras únicas y difíciles de igualar, pero vacías de contenido.
El valor de José Ortiz Echagüe
Y Ortiz Echagüe era un maestro de la impresión al carbón fresson , que era revelar con serrín húmedo, lo que le da el efecto rugoso y aterciopelado característicos, con una calidad similar al grabado.
Este fotógrafo, piloto militar, fundador de C.A.S.A y de la Sociedad Española de Automóviles de Turismo, es decir, SEAT, ensombreció a los demás miembros (Pla Janini, José Tinoco, el conde de la Ventosa, Miguel Goicoechea…) de una escuela que agradaba enormemente a los fascistas, por su reflejo de una España anclada en el pasado y en las tradiciones de cristianos viejos.
Lejos de mí quede el juzgar las obras por la ideología de su autor. Es cierto que no hay frescura, que todo está medido y planificado, que sus modelos están coaccionados para actuar de una determinada forma. Aquí podemos ver un fragmento de sus memorias:
…Después de superar las protestas de los modelos que se resisten a colocarse la vestimenta de sus antepasados, los congrego en un escenario previamente seleccionado…
Todo esto es válido. Pero hay algo en estas fotografías, tenuamente iluminadas para preservarlas del tiempo cuando las contemplas en una exposición, que te invita a mirarlas detenidamente.
Es la recuperación de las costumbres, un documento antropológico, parecido y sin lugar a dudas superado por Rafael Sanz Lobato o Cristina García Rodero. Estos dos grandes incluso afirman que fue una de las fuentes que consultaron para documentar sus trabajos.
Estos últimos buscan, pero Ortiz-Echagüe teatraliza una realidad que ya no existe. Tal vez si lo viéramos fuera de los discursos de los prohombres de la dictadura, juzgaríamos las fotografías como una aproximación fácil, posada y edulcorada a la sociedad española de principios de siglo. Un regreso a los tiempos dorados con los que soñaba don Quijote o los que admiraban los noventayochistas.
Y es así como hay que verlas. Un despliegue técnico asombroso, con una composición en absoluto arriesgada, pero totalmente válida, que invita a no pensar y simplemente dejarse llevar por la recreación de antiguas tradiciones y trajes regionales.
Gracias a él conocemos y conservamos los tiempos pasados de nuestras tierras. Y consultar sus libros Tipos y Trajes (1930), España, Pueblos y Paisajes (1939), España Mística (1943) y España, Castillos y Alcázares (1956), es una vuelta al pasado, ficticio, eso sí, como si creyéramos que el románico es como nos hicieron creer con la restauración de San Martín de Frómista.
Un despliegue técnico asombroso, con una composición en absoluto arriesgada, pero totalmente válida, que invita a no pensar y simplemente dejarse llevar por la recreación de antiguas tradiciones y trajes regionales.
Toda su obra está en la universidad de Navarra y la tesis doctoral que publicaron La fotografía de Ortíz Echagüe de Asunción Domeño Martínez de Morentin es uno de los grandes estudios sobre fotografía de este país.
Es un buen autor, marcado por sus ideales políticos, que conviene recuperar pues dio un paso más que el resto de sus compañeros de generación. Sin embargo, todos estaban atascados en el pasado, y los genios se adelantan al futuro.
2 comentarios sobre “José Ortiz-Echagüe: ¿fotógrafo politizado?”