Annie Leibovitz, amante de la fotografía

Annie Leibovitz es una de las fotógrafas más valoradas. Ha hecho algunas de las fotografías míticas de finales del siglo XX; ha vivido de lleno el mundo del sexo, drogas y rock and roll; y ha retratado a las personalidades más importantes con su peculiar y vivaz mirada. Y es una de las dos personas dedicadas a la fotografía que ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades.

Quiero rememorar el discurso que dio cuando recibió el prestigioso galardón. Como recordareis, Sebastiao Salgado fue el primer fotógrafo que recibió el premio. Ella fue la segunda quince años después.

Los Premios Príncipe de Asturias «contribuyen a la exaltación y promoción de cuantos valores científicos, culturales y humanísticos son patrimonio universal». Las mayores personalidades intelectuales del mundo han desfilado por el teatro Campoamor para recibir uno de los premios más prestigiosos del mundo. Lo curioso es que no reúnen tanto público como el último gorgorito de la última estrella musical adolescente. En fin.

Sobre Annie Leibovitz

Quienes la conocen dicen que es una adicta al trabajo. No sabe hacer otra cosa que trabajar. Desde que empezó con la revista Rolling Stone para hacer una gira precisamente con los Rolling Stones, el mítico grupo inglés, no ha parado de disparar fotos perfectas. La gira, aunque le avisaron, le afectó negativamente, pues entró en una espiral de drogas que le costó mucho tiempo superar. ¿Cómo? Gracias al trabajo. Si consumía no podía disparar, por lo que afortunadamente dejo ese oscuro mundo que le llevaron a dos sobredosis y a vender algunas de sus cámaras para poder comprar la droga.

Es una mujer incansable, capaz de tener a cualquier estrella del mundo del rock o del cine hasta altas horas de la madrugada con tal de conseguir la fotografía soñada. Esa es la fotógrafa irrepetible e inolvidable que todos los que amamos la fotografía querríamos volver a ver. Todos nos acordamos de John y Yoko, desnudos en la cama. O de la genial Whoopi Goldberg en una bañera llena de leche. O de Demi Moore desnuda y embarazada. O de las infinitas fotos de Jagger… Sus fotografías son un monumento, y deberían estar tan consideradas como los mejores retratos de Irving Penn o, fijaos lo que digo, Richard Avedon, al que fotografió en alguna ocasión.

Pero llegó la época digital, y parece que nuestra fotógrafa perdió de nuevo los papeles, pero esta vez los de la creatividad. De repente, esos retratos geniales se empezaron a ver envueltos es una vorágine digital en la que los efectos digitales esconden la mirada original de la artista.

No estoy en contra de este nuevo mundo, bien lo sabéis, pero no me gusta en absoluto la última etapa de Annie Leibovitz, en la que parece que sin la ayuda de un buen retocador sus imágenes sólo tendrían un fondo verde para el chroma.

La sirenita. Annie Leibovitz
La sirenita. Annie Leibovitz

Parece que se ha dejado llevar por las infinitas posibilidades del diseño gráfico y se ha olvidado de la aparente sencillez de sus primeros trabajos. Cuentan, las malas y las buenas lenguas, que nada es suficiente para ella, y que si puede iluminar con un foco, prefiere diez y de 1000 w, para evitar el miedo atroz que tiene al fracaso, a que las cosas salgan mal. Y ese derroche, junto a trágicas y duras historias personales, es lo que le ha llevado a la bancarrota de la que tanto se ha hablado últimamente.

La persona que más le ha influenciado fue su pareja Susan Sontag, autora del célebre ensayo Sobre la fotografía. Ella le dijo una vez:

Eres buena fotógrafa, pero podrías ser mejor.

Durante veinte años ha sufrido una enorme evolución, gracias al contacto con una de las más célebres mentes del siglo XX. En 1993 inauguró una exposición en Sarajevo en la que por primera vez se alejaba del mundo del glamour y reflejaba la vida en el infierno de la guerra. En su genial retrospectiva 1990-2005, que tuvimos la suerte de ver en España en 2009, descubrimos el mundo interior de la fotógrafa, con su mujer, sus hijos y su familia. Su mundo, idílico, se derrumbó durante aquellos años por culpa de las enfermedades y los problemas económicos derivados de ellas. A muchos les pareció un exhibicionismo barato, pero es un monumento a las ideas de Susan Sontag y una demostración de cómo una fotógrafa que sólo retrataba a los famosos puede cambiar y desnudarse de tal forma delante de su público.

Su discurso al recibir el premio

Como fotógrafo me emociona leer las líneas de su discurso porque representan muchas de las cosas que siento cuando estoy con una cámara en las manos:

Para mí, la fotografía representa la vida misma. Es comunicación y permite el intercambio de experiencias. Nos permite mostrar a otros lo que vemos, las cosas que nos fascinan, las personas y los lugares que amamos y apreciamos.

Algunos fotógrafos desvelan nuestras dificultades y desdichas, aquello que nos traiciona y nos frena. Otros nos transportan a mundos que nunca podríamos visitar, o nos ayudan a entender mejor a personas a las que, de otra manera, nunca conoceríamos.

Cuando vamos con una cámara en las manos podemos conocer a mucha gente que sería muy difícil de acceder de otra manera, o para los tímidos es un motivo perfecto para iniciar una conversación. La forma que tienes al enfrentarte con la fotografía te identifica como persona. Ella ve la fotografía como el diario de nuestras vidas.

La verdad es que la fotografía se inventó precisamente para que cualquier persona pudiera crear una imagen. Para que cualquier persona, de cualquier clase o posición social, pudiera tener una imagen de ella misma, o de sus familiares y amigos, o de los paisajes y las vistas y las cosas que fuesen importantes para ella. El poder de la fotografía es el poder de compartir nuestras experiencias con otras personas, al margen de las diferencias temporales, geográficas, de educación y de creencias. El poder de mostrar lo que, de otra manera, no podría creerse. El poder para detener y retener esos momentos que acaecen fugazmente a nuestro alrededor.

Me encanta escuchar frases como estas de boca de una fotógrafa como Annie Leibovitz. Reconoce que gracias a la fotografía digital cualquier persona puede tener cerca los recuerdos que fueron importantes para ella. Es significativa esta frase en su discurso pues nunca podíamos ver su obra más personal, hasta que su relación con Susan Sontag y los consejos que ella le daba sirvieron para que conociéramos la forma de mirar más íntima de Leibovitz, demasiado encorsertada últimamente en los parabienes del retoque digital sin ton ni son.

Su trabajo personal nos lleva a esa mujer salvaje de los conciertos, el genial retrato de Lennon y Yoko Ono y el desnudo de Demi Moore y muchos más.

Para el fotógrafo, la fotografía no es sólo algo que queda registrado. Es la expresión de un punto de vista. El trabajo del fotógrafo es expresar ese punto de vista de forma tan acertada y consciente como le sea posible, con su talento, experiencia e intuición.El fotógrafo es quien registra la experiencia de la mirada y la transforma en una imagen duradera.

Espero que disfrutéis del discurso y os sirva de inspiración para seguir creando nuevos trabajos con la ayuda de una cámara.

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