Blancanieves

Blancanieves y el cine mudo

Blancanieves de Pablo Berger ganó el premio Goya de fotografía 2013. Es uno de los mejores homenajes al cine silente, muy por encima de la película que más se hablaba por aquel entonces, The Artist.

El premio Goya a la mejor fotografía se lo llevó Kiko de la Rica, un director que lleva años en la industria. Tiene el honor de ser el primero que rodó con cámara digital en la historia del cine español, en concreto Lucia y el sexo (2001), la película que desató las ganas de tener en casa una cámara Polaroid para jugar con tu pareja. También ha trabajado en La comunidad (2000), Balada triste de trompeta (2010), Días de fútbol (2003), Ma ma (2015), Salto al vacío (1995), Mirindas asesinas (1991)

Blancanieves

Blancanieves no es una película fácil. Es muda y en blanco y negro. En realidad es, como diría un productor, un ahuyentataquillas. Pero Pablo Berger, su director, creyó en el proyecto y estuvo ocho años cargando con él, sin apenas apoyos, salvo el de los cuatro locos que han participado en ella. Y recogieron las merecidas mieles. Ganaron premios y menciones allí donde han presentado la película. Y es que las cosas bien hechas tienen su recompensa.

La película es una adaptación libre del inmortal cuento de los hermanos Grimm. Está ambientada en la España de los años 20, en el mundo de los toros y el folclore. La inspiración más evidente, y reconocida por el propio director, es el trabajo de Cristina García Rodero España oculta. Este famoso libro, del que soy ferviente admirador, sirvió para encontrar la estética de la película. Los enanos toreros de la película, una costumbre que todavía se puede ver en las fiestas de algunos pueblos españoles, están cogidos de una de las fotografías del libro. También podemos encontrar referencias a los cuadros de Julio Romero de Torres y sus guapas y sensuales mujeres andaluzas.

Blancanieves

Pero Pablo Berger y Kiko de la Rica son también grandes amantes del cine clásico. Y conocen como nadie el trabajo de los pioneros, cuando se escribieron todas las reglas y las normas de las que hoy los cineastas son todavía deudores.

Blancanieves y el homenaje al cine mudo

Cuando nos metemos en una sala, el mejor lugar para ver cine, o ponemos el dvd en casa, con todas las molestias que pueden surgir, estamos viendo la evolución del trabajo de Griffith, de Von Stroheim, Lang y otros grandes que pusieron la cámara al servicio de la historia y el guion, para suplir la falta de sonido.

Esta limitación, que se superó en los años 20, permitió que los movimientos de cámara y el control de la luz alcanzaran las cotas más altas para poder expresar todos los sentimientos que ahora se expresan con palabras.

El problema del cine mudo es que todos tenemos en la retina los primeros números cómicos de Keaton, Chaplin,… Y creemos que aquella época sólo consistía, desde el punto de vista fotográfico, en una cámara fija mirando al frente, monótona y aburrida, cuando no es así. El cine mudo es Nosferatu, Avaricia, Y el mundo marcha, El nacimiento de una nación… donde la fotografía alcanza una grandiosidad que cuesta creer. Y el manejo absoluto de la luz, aún con esas bobinas con tan poca sensibilidad, comunicaba todo con una facilidad pasmosa.

La fotografía de Blancanieves es heredera de esos monumentos del celuloide. Y es mucho mejor que la gran triunfadora de aquel año en los Oscar, The artist, que no deja de ser un homenaje a la época, antes que una recreación fiel del estilo.

Blancanieves respeta la proporción cuadrada de los negativos de entonces, el grano que tenían gracias al formato 16mm con el que está rodada, y sobre todo los movimientos de cámara de aquel entonces. ¿Y qué me dicen de la luz? Está al servicio de la historia. Cuando pase el tiempo, todos recordaremos el rostro de la madrastra cubierto por un velo personificado por Maribel Verdú como la imagen de una película que parecía condenada y hoy se la reconoce como una de las grandes del cine español.

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