Cuatro motivos para trabajar con el formato RAW

El formato RAW tiene fama de ser el mejor de todos, pero algunos dudan esta afirmación, o se resisten a usarlo. Veamos cuatro poderosas razones para pasarse al lado del archivo crudo.

Llevo tiempo dando cursos dedicados en exclusiva al formato RAW.  He leído muchos libros, páginas de internet y consultado numerosos apuntes. Por supuesto, aunque muchas cosas se dan por supuestas, he hecho pruebas para comprobar que lo que dicen es verdad y que no es pura teoría que se ha dado por cierta.

Desde el principio de los tiempos digitales, siempre disparo en este formato. Incluso mis diapositivas y negativos los estoy pasando a dicho formato con mucha paciencia y tiempo. ¿Pero realmente es tan bueno? ¿Es normal la obsesión que mostramos algunos por dicho formato? Voy a desgranar aquí algunos de los motivos por los que es superior al cotidiano jpeg o al mismísimo TIFF.

Trabaja con 16 bits de origen

Ya sólo por este motivo debería servir para darle como claro ganador. En los manuales de las cámaras especifican el número de bits con el que trabajan. Y todos sabemos que a mayor número, mejor resultado. El jpeg sólo permite 8 bits/canal y el formato TIFF (el tercer formato de captura) también admite 16 bits, pero genera archivos tan grandes que no son una buena opción. De hecho, la mayoría de las cámaras ya no lo tienen como formato de captura. ¿Pero de qué estamos hablando realmente?

Curso tras curso, descubro que poca gente tiene clara esta gran ventaja. El tema es sencillo de explicar. Una imagen digital, en realidad cualquier archivo digital, es un conjunto de números. Los ordenadores trabajan con código binario. De tal forma que si un pixel tuviera un solo bit sólo podría representar dos colores.

Una imagen digital, en realidad cualquier archivo digital, es un conjunto de números. Los ordenadores trabajan con código binario.

Sabemos que el lenguaje informático procesa (por un motivo que se viene arrastrando desde tiempo inmemorial y que todavía no se ha solucionado) en 8/16 bits. Esto quiere decir, que podemos tener distintas profundidades de color según los bits que soporten los archivos. Como cada bit tiene dos posibilidades, el número final varía enormemente. Para terminar con este punto, un jpeg sólo trabaja con 8 bits, luego sólo puede generar 256 tonalidades. Cuando disparamos en RAW, tenemos acceso a 65536 en total. La diferencia, a la hora de la edición, es por lo menos notable.

Es información en bruto

Aunque como todo en la vida, hay matices, el archivo RAW permite recoger toda la información que el sensor ha captado en el momento del disparo. No pierde calidad. Es un gran ventaja, pues permite decidir posteriormente, en el revelado, cómo ajustar todos los valores que intervienen en la fotografía. La saturación, el contraste, la luminosidad… No te lo juegas todo a una sola carta, sino que se te abren un abanico de posibilidades que un jpeg no puede ni soñar.

En un archivo RAW la calidad del procesado sólo depende del usuario para conseguir una buen interpretación. No está sujeto a los gustos de una marca u otra. Todas las modificaciones dependen de uno mismo, por lo que los conocimientos de cada uno son fundamentales y una señal de estilo.

Es mucho más dócil con los errores

Debido a los puntos anteriores, este formato es el más permisivo con los errores del fotógrafo, y es con el que menos se pagan, precisamente debido a la gran cantidad de información pura que aporta.

En el caso de que nos equivoquemos en la exposición, algo que no debería pasar, los resultados no serían tan catastróficos como si hubiéramos disparado en jpeg. El motivo es sencillo. Si subexponemos, por ejemplo, sólo un punto en un archivo jpeg, perderemos la mitad de los valores totales que podría registrar. En un RAW pasaría lo mismo, perderíamos la mitad, pero todavía tendríamos, en el peor de los casos, 2048 niveles para trabajar, frente a los 128 de un formato comprimido.

En una sobrexposición, por ejemplo un cielo blanco, si partimos de un RAW tenemos la posibilidad de recuperarlo siempre y cuando no estén reventados todos los canales. Sólo con uno bien expuesto podemos hacer maravillas. En un jpeg casi todo está perdido.

Las cámaras son más sencillas de manejar

Si somos de los que nos agobiamos con la infinidad de posibilidades de los menús de las cámaras digitales, tenemos la posibilidad de volver a los orígenes, donde sólo teníamos que elegir la exposición. Es muy sencillo, hay que activar el formato RAW.

Con este gesto, nos evitamos tener que pasar por decenas de pantallas para configurar la cámara de la mejor forma posible. Además no hace falta que seleccionemos los modos de escena, pues son incompatibles con el formato bruto, que no admite modificaciones del archivo.

Con el formato RAW estás solo ante la cámara, y todo es un acierto o un fallo tuyo. Es la mejor forma de aprender. Y de no depender de los gustos de los informáticos que han diseñado el software.

De hecho, cada vez hay más cámaras en el mercado que permiten disparar en RAW. Hace relativamente poco menos de 10 años sólo había, siendo optimistas, tres cámaras compactas que ofrecían este formato. Hoy, los fabricantes se han dado cuenta y ofertan numerosas cámaras que permiten acceder a este formato. Quien no dispare en este formato se quedará atrás. Realmente es como contentarse con un mp3 cuando tienes acceso al CD original.

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