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Hoy es el día de la fotografía

Hoy, 19 de agosto, es el Día de la fotografía. Para celebrarlo volveré a ver esta noche una película de un fotógrafo que llega al final de sus días y una de las cosas que hace, es disparar su cámara poco antes de morir, en la playa. Un acto cotidiano que se convierte, en la película, en un acto de reconocimiento de la belleza de las cosas, y de lo que debe permanecer en la memoria.

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Fotografiar o pintar

No hace mucho tiempo pintar o fotografiar era una duda que les entraba a muchos que querían congelar lo que contemplaban con sus propios ojos. Hoy casi no tiene sentido, pues muchos apuestan por la cámara o por ambas modalidades, pero veamos cómo se han relacionado ambas formas de expresión desde que nació la fotografía.

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Cuento de fotografía

Éste es un cuento que escribí hace diez años para una clase de la universidad, y lo creía perdido. Ya me diréis si os gusta:

«En los últimos días de 1826, Niepce pudo, por fin, admirar la vista de su ventana en un papel. Llevaba años escondido entre la alquimia y la oscuridad de su mansión, pero por fin había podido atrapar la luz. Una justa recompensa, y una réplica al motor de fuego que había inventado su hermano, para mover los barcos, sin ayuda de los remos y las velas.

Daguerre acababa de perder en un incendio, en una fría noche, sus  gigantescos dioramas de Roma, la isla de Santa Elena y del templo de Salomón. Eran tan perfectos que el conde de Artois, el futuro Carlos X, tiró una moneda de oro al lienzo para asegurarse de que lo que veía era una mentira. Quería recuperar tiempo y dinero. Niepce era un idealista y Daguerre un empresario.

El científico, perdido en sus fórmulas y pendiente de la plasmación de un bodegón con frutas que se pudrían después de diez horas al sol, formó parte de la empresa que le ofreció Daguerre. Sacarían a la venta el más importante éxito de la codicia del hombre: detener el tiempo para contemplarlo en cualquier momento y ocasión.

Pero todo sigue. Niepce avanzaba con lentitud. Nunca conseguía grabar los colores. Sólo el blanco, el negro y sus matices. Parecía que las cosas eran conscientes de su eternidad. Los bolsillos del hombre espectáculo no entendían estas tonterías y se iban vaciando.

– Quiero resultados, querido amigo. Quiero éxitos. La políticos venían a presentarme sus respetos. A mí, un hombre del pueblo, me aplaudían los de la Academia. La Revolución permitió estas cosas. Y no puedo perder aquellos honores. ¿Me entiende, verdad? Déjese de dudas, y dé forma definitiva a sus… ¿cómo las llama?… sí, a sus puntos de vista. El éxito está a la vuelta de la esquina.

Niepce, en su cuarto oscuro lleno de frascos, papeles, máquinas, lentes y diafragmas soñaba con el retrato perfecto de su mujer mientras extendía el betún de judea en una nueva placa.

– Sabe de sobra, querido colega, que esto es lento. Lo que estamos haciendo es aplicar la sabiduría acumulada de los siglos, y no se puede sacar dinero rápido del tiempo.

– Lo sé, lo sé… Siempre me lo dice. Pero esto es grande. Si estoy con usted es porque estoy seguro de que en el futuro nuestros nombres serán recordados…

El 3 de julio de 1833, una apoplejía mató a Niepce. Daguerre, de luto, y apoyado en su bastón, vio su futuro lleno de ingresos y menciones. Por primera vez se encerró en el laboratorio. Conocía de sobra el funcionamiento de la cámara oscura, y las fórmulas no debían ser muy difíciles. Seguro que podía mejorarlas. Aprovechó el dinero que aún le quedaba para comprar, por puro sentimentalismo (según sus palabras), los folios garabateados a  Isidore, el hijo de su socio,  que estaba convencido de la excentricidad de su padre. Por precaución, compraba la luna cornata, el yoduro de plata, el ácido nítrico y los demás ingredientes siempre en droguerías distintas. El invento era definitivamente suyo.

Los resultados empezaron a hacerse públicos. Daguerre, sin dar explicaciones, se limitó a decir que había capturado la luz, que había detenido su vuelo. Frases pomposas que le llevaron a la Academia, de la mano de los grandes sabios.

El 7 de enero de 1839, el mundo entero conoció, tras el discurso del astrónomo Arago, el daguerrotipo, nombre del proceso que llevaría a Francia y a su inventor, Louis Jacques Mandé Daguerre, a las más altas cumbres del ingenio humano.»

Curso de Fotografía TC (II)

La fotografía práctica nació en 1839, en el mes de enero, gracias a las investigaciones de Niépce y de Daguerre. El primero obtuvo, ya en 1826, la fotografía más antigua que se conoce; pero hasta que no se asoció con Daguerre, el nuevo arte no se dio a conocer al gran público. Cuentan las malas lenguas que Daguerre espero la muerte de su socio (1833) para quedarse con todo el mérito y dar al invento su propio nombre: Daguerrotipo.

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Curso de fotografía TC (I)

Desde su aparición oficial en 1839, la fotografía ha sido un medio para la expresión y la comunicación muy poderoso. El hombre siempre ha estado obsesionado con la idea de plasmar la realidad, de copiar a la naturaleza, de ver un instante fijado para siempre, de perpetuarse. Empecemos el curso.

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