Qué suerte cuando ves una luz bonita y llevas la cámara encima. Ahora que empieza la dura luz del verano, recuerdas las tormentas pasadas y lamentas no haber salido más en su busca. Pero tenemos Photoespaña para buscar inspiración y descubrir que todas las luces son buenas, sólo hay que saber aprovecharlas.

Lo confieso, soy miope. Soy incapaz de ver sin ayuda de las gafas o las lentillas. De pequeño llevaba muy mal, y aún ahora, ser incapaz de ver las estrellas cuando estaba a punto de dormir en las noches de verano campamentales. Esta foto es una confesión y una revelación para que sepáis cómo vemos los miopes. Saber y poder mirar es maravilloso, y muchas veces se nos olvida. Y la fotografía es de todo menos banal. Cuenta historias.

¿Qué decir de Madrid? ¿Qué se podría decir de Madrid? O se siente hasta lo más hondo o te duele hasta el infinito. Siempre salgo con la cámara al hombro, y aquel día llevé hasta el trípode para ayudar a mis alumnos. La suerte de estar preparado quiso que en el momento de disparar una foto postalera se cruzara un autobús y cambiara todo. Lo que ve todo el mundo no es siempre lo mejor.

Muchas veces, mientras vas conduciendo por las autopistas descubres escenas que te tientan, te provocan pensamientos inapropiados que te llevan a parar en el arcén y conseguir la foto de tu vida… lo único que puedo decir es que no lo hagas nunca, es peligroso (pero tentador). Lo que si puedes hacer es parar en una gasolinera o en un área de descanso y buscar esa luz que te ha hecho maldecir el desplazarte a 120 Km/h y no ir andando, como deberíamos ir siempre los fotógrafos.

He de reconocer que me cuesta mucho utilizar el flash, me parece que rompe la magia de la luz, y que lo importante es saber ver la luz que te rodea y aprovecharla. Pero por mi labor docente me he visto obligado a meterme en los entresijos de la luz artificial, y siendo sincero, me siento un poco director de fotografía. Si separas el flash de la cámara la fotografía se hace puro teatro.

Recorriendo el otro día la zona nueva del pueblo de Vallecas encontré este monumento a los olmecas. Por causas que sólo unos pocos saben, da la casualidad que me siento muy unido a la región donde se desarrolló esta civilización y me hizo mucha gracia encontrar este monumento a cuatro paradas de metro de mi casa. Estuve dando vueltas para encontrar la foto hasta que el mundo de las comuniones me dió la solución. El fotógrafo de la BBC (bodas, bautizos y comuniones) encontró el entorno adecuado para reflejar el espíritu cristiano del momento, y suerte que yo estaba ahí con la cámara en ristre (no hay que olvidarla nunca) para disparar en el momento que consideré oportuno, que no siempre es el tuyo, lector (ahí la magia de la fotografía, los distintos puntos de vista).

Durante este fin de semana ha estado abierto en Madrid la feria Madridfoto en el Palacio de los deportes de Madrid, en la calle Goya.

Es una feria de fotografía contemporánea con la presencia de más de 50 galerias españolas e internacionales. El cambio de sede le ha sentado de maravilla: el emplazamiento en el centro de Madrid, el recorrido por las galerías es mejor que el año pasado,el edificio es imponente y según se oía, las obras presentadas eran bastante mejores (para gustos colores) que las presentadas el año pasado…

Mi impresión este año es positiva. De entrada han bajado el precio de las entradas a 15€, un precio exagerado para convertirlo en una feria que acerque la fotografía a la gente, pero dicen que esa no es su función. De todas formas se agradece ese descuento de cinco euros respecto al año pasado. Como anécdota contaré que pedí una factura  oficial y fueron tan amables que me dieron un papel de venta de obra en el que figuraba mi nombre y el precio que había pagado por la entrada, única y exclusivamente.

Respecto a las obras he de decir que las que más me gustaron fueron los clásicos de toda la vida, o mejor dicho, las fotografías que cuentan historias ya sean realizadas por clásicos o por gente nueva. Y que aunque sea maravilloso para la venta, cada vez me siento más alejado de los seguidores de los Becher: obras enormes, frías y perfectas técnicamente hablando donde lo más emocionante que puedes hacer ante ellas es contar cuántos libros hay en la biblioteca que fotografían o cuánto les habrá costado sacar esa copia a semejante tamaño. La fotografía es vida y ahí sólo veo técnica (perfecta, eso sí).

Cualquier promoción de la fotografía es muy buena noticia y creo que Graciela Iturbide o Mary Ellen Mark, o los más lejanos en el tiempo Paul Strand o Brassai, estarán siempre por encima de los aburridos Andreas Gursky, Thomas Ruff o Candida Höfer, aunque vendan más caro. El discurso y la polémica siempre viene bien.

También es verdad que uno de mis sueños es poder vender mi obra en galerías y algún día ver una fotografía mía, a un tamaño de 50×60 en papel baritado, siendo admirada por una serie de coleccionistas y estudiantes en una feria similar a esta. Algún día lo conseguiré y si no, seguiré colgando mis fotos en las casas de la familia y de los amigos, los mejores críticos que puedes tener.

La fotografía debe mucho a las mujeres. Muchos dirán que sí, como fuente de inspiración. Es verdad, pero ellas son fundamentales en la historia por sus propias obras. No hay que olvidar que es en el arte de la imagen donde hay más mujeres de primera fila, por delante de algunos hombres con muchos menos méritos.

Margaret Bourke White es uno de los mejores ejemplos: vida intensa, pionera en muchas ocasiones, fotos impresionantes… sin embargo su biografía no merece más que cuatro líneas mal contadas en los manuales. Una vergüenza que me gustaría poder solucionar con este artículo.

Nació en el Bronx de Nueva York en 1904, en el inicio de un periodo de continuos cambios de los que ella iba a ser testigo. Asistió a diversas universidades americanas en las que consiguió la titulación de Herpetología, o para los profanos como yo, el estudio de los reptiles. Parece ser que desde pequeña se interesó por la fotografía gracias a la afición de su padre. Él no se podía haber imaginado que este entretenimiento dominical llevaría a su hija a la India a conocer a Gandhi, a bajar 1500 m bajo tierra para fotografiar las minas de oro de África, o ser la primera mujer fotógrafo que fijó para siempre el horror de los campos de concentración nazis,…

Estaba enamorada del progreso, de las máquinas, creía en las virtudes de la revolución industrial. De ahí que sus primeros trabajos, publicados en la revista Fortune, profundizarán en esta idea. Hay que señalar que fue la primera mujer que obtuvo el permiso para hacer fotos de la maquinaria industrial de la Unión Soviética a principios de los años 30.

Henry Luce, el magnate de la prensa norteamericana, el creador de la mítica revista Life, decidió contratarla para su nuevo proyecto. Margaret no perdió la oportunidad, y un reportaje que realizó sobre la construcción de una presa, que daría lugar a la mayor central eléctrica del oeste americano, fue la primera portada de Life, y de paso inauguró el género que daría fama internacional a la revista: el ensayo fotográfico.

La década de los 30 fue un periodo negro para la sociedad americana. La Gran Depresión del 29 sumió al pueblo en la miseria más absoluta. El gobierno de Roosevelt creó el New Deal, una serie de reformas y ayudas económicas. Uno de los organismos clave fue la Farm Security Administration, encargado de estudiar y remediar los problemas del sector rural de la población. Una de sus labores fue contratar a los más grandes fotógrafos para documentar todos los trabajos realizados, así como dar un rostro a todos los campesinos condenados a la emigración forzada. Margaret Bourke White, figura del compromiso social y político del periodismo gráfico americano, hizo uno de sus reportajes más sentidos; aunque no más duro que las imágenes de los campos de concentración nazis en 1945, experiencia realmente dura pues su padre era judío. Life publicó las fotos, pasando por alto su política de no publicar los aspectos más desagradables de la Gran Guerra.

Pero la imagen por la que Margaret Bourke White ha pasado a la historia fue su retrato de Gandhi y su rueca. Las personas próximas al mito indio prepararon la sesión para que la representante del mundo industrial se enfrentara a una situación propia del mundo artesanal. Prácticamente le obligaron a aprender a hilar con una sencilla rueca a cambio de las fotos. Además sólo pudo disparar tres veces, además en el día de meditación de Gandhi, por lo que no pudo hablarle durante la sesión. Debido al nerviosismo del momento y a su sencilla máquina, las dos primeras fotos no salieron, pero la tercera fue una obra maestra, todo un símbolo: “en la hora de la globalización de la economía, los países del Tercer Mundo tienen más que nunca la necesidad de escapar de la tutela de los países ricos” como dice Ila Gandhi, la nieta del Mahatma. Después de aquel día, Margaret dudó del éxito de la técnica y que lo único importante era el trabajo, “algo con lo que podías contar, el amigo de toda una vida que nunca te desilusionará”.

Este fin de semana he estado dando el curso de fotografía en el parque natural de Redes, en el pueblo de Prieres, en el hotel rural La aldea perdida (www.aldeaperdida.com). Aunque amenazaba mal tiempo, pudimos salir a recorrer las montañas y descubrir la nieve en primavera. Asturias siempre es una sorpresa.

Gracias a todos por venir. Gracias Luis. Y los que se quieran apuntar a un nuevo curso, la cita es el próximo mes de junio.