Shelby Lee Adams es el representante de la fotografía pura en el siglo XXI. Heredero de la tradición fotográfica americana, hoy en día sigue trabajando con cámaras de gran formato 4×5 en la zona de los Apalaches, en el estado de Kentucky, en los Estados Unidos.
Es una zona pobre de la América profunda que parece vivir como si el mundo no hubiera avanzado. Tienen problemas muy serios de endogamia, lo que da lugar a problemas de salud muy graves. Y esto, aunque parezca increíble, es lo que une a nuestro fotógrafo con esta comunidad, pues su tío fue el médico de la zona, por lo que es una persona respetada y querida por todos. Algo verdaderamente difícil dado el carácter duro de la zona. Es la América profunda.
Shelby Lee Adams decidió dedicarse a la fotografía cuando el presidente Lyndon B. Johnson llamó la atención sobre la degradada zona y los fotógrafos llegaron en masa para retratar la América profunda e irse rápido a sus oficinas.
Las noticias pasan de moda. Eso es lo único que no le gustó a Shelby de aquella historia, por lo que empezó a trabajar en la vertiente humana de la fotografía e hizo suyo un lugar que quedó vedado al resto de los mortales equipados con una cámara y un teleobjetivo. Él se acerca en los dos sentidos de los que hablaba Robert Capa.
Además introdujo en su obra la tranquilidad, reposo y confianza que supone una cámara de placas (1974), muy pesada y que obliga a reflexionar en cada disparo, algo que se pierde con las cámaras más pequeñas y manejables. Las prisas están prohibidas.
Para conseguir ese poso de tranquilidad y de implicación ilumina todas sus fotografías con flashes portátiles. Es el sello de su estilo y de su cultura visual. Por cierto, muy influenciada por los maestros de la pintura, a los que acude continuamente para estudiar su luz y su composición, la manera que tienen de colocar a las personas en el plano.
También conoce a los fotógrafos americanos que le preceden, y si vemos su obra con ojos históricos, aparece Walker Evans con su trabajo en la Gran Depresión, que conoció a Atget cuando estuvo en París buscando las musas de la literatura. Por lo que Shelby es el camino que nos lleva del pasado a la actualidad de la mirada fotográfica.
Eugene Atget, que ya conocemos, fotografió su ciudad hasta los límites insospechados de su memoria; Walker Evans recorrió América con Agee para conocer la historia de la familia Burrougs y contarla desde dos vertientes distintas en Elogiemos ahora a hombres famosos.
Y Shelby hace suyo el área de los Apalaches y lo convierte en su obra durante treinta años en un blanco y negro monumental frente a la gloria del color de los grandes como Stephen Shore, Joel Sternfeld o William Eggleston. Les une la cámara de banco.
Lo curioso es que utiliza todavía material Polaroid, para que los retratados se puedan ver inmediatamente, y sientan como suyo el trabajo del fotógrafo. Además, cuando vuelve a la zona, siempre regala una copia a cada familia para que la tengan en su poder.
Cómo trabaja Shelby Lee Adams
Que mejor forma de descubrirlo que a través de sus palabras:
Mi trabajo ha sido la búsqueda de artista para una comprensión más profunda de mi herencia y de mi mismo, utilizando la fotografía como medio y la gente de los Apalaches como colaboradores con su propia forma de comunicarse. Espero, también, que los espectadores, vean en estas fotografías algo de la fuerza permanente y la inventiva y la dignidad de los habitantes de las montañas.
- Lo primero es contactar con la gente y que confíen en ti. Es el trabajo más importante que tiene el fotógrafo. Como he dicho antes siempre vuelve a contactar con la gente y les regala una copia definitiva además de la prueba Polaroid.
- Dominar la técnica para conseguir el mejor resultado. No se puede ser fotógrafo si no sabemos cómo funciona la cámara o sin tener clara la composición. El trabajo de formación lleva años y nadie debería ser considerado fotógrafo si desconoce cualquier aspecto que repercuta en su obra.
- Tiene en la luz del flash su mejor aliado para crear su estilo personal. Siempre que fotografía utiliza el flash rebotado para rellenar de luz espacios oscuros y sobre todo para separar al personaje del fondo. Siempre lleva unidades portátiles para que el sujeto esté cómodo en su ambiente. Algunas veces lo utiliza como recurso expresivo, pero otras veces sólo lo ven los ojos experimentados. Esta luz no es arbitraria. Es una forma de distinguirse.