Ser fotógrafo profesional y sus problemas

Hacer fotografías es algo fascinante. Cuando tú decides, aprietas el disparador. Entonces el obturador se abre durante un tiempo determinado, y el diafragma de la cámara se cierra justo lo que tú has decidido. Toda la luz de la escena llega hasta el sensor y, de pronto, podemos ver la imagen fija en la pantalla de la cámara. Algunas veces hasta te olvidas de los problemas de ser fotógrafo profesional.

Esto es una manera sencilla de explicar cómo se hace y cómo te sientes al hacer una fotografía cuando vives de ella. Y es lo que debe pensar mucha gente. Disparar una fotografía sólo es un acto físico mínimo -el movimiento de un dedo- que provoca una cadena de mecanismos y fenómenos que desembocan en una imagen. Además con las cámaras digitales que llevamos todos colgados al hombro, todo parece mucho más sencillo. Parece que no tiene sentido contratar a un profesional.

Tengo muchas anécdotas que contar, pero hace mucho tiempo viví una experiencia bastante frustrante para un fotógrafo profesional, que en los tiempos corren, intenta vivir de su profesión.

La directora de una compañía de danza me contrató para fotografiar un espectáculo que iba a representar en un centro que vive por y para las bellas artes. Era un trabajo para todo el día, pues incluía los ensayos y estar disponible en todo momento hasta el fin del estreno. Sólo estaba yo como profesional de la imagen. Cuando quedaba poco para el comienzo del espectáculo, una de las directoras del centro que vive por y para las bellas artes, se me acercó con una sonrisa en la cara.  Y mantuvimos la siguiente conversación:

-¿Tienes permiso para trabajar aquí?

-Claro.- respondí- Me ha contratado la autora del espectáculo.

-Ahh… Vale… Soy una de las directoras del centro y hemos contratado a un cámara de vídeo para que grabe el espectáculo, pero no hemos cogido a ningún fotógrafo. ¿Te importaría pasarme unas cuántas fotos?

Por supuesto le respondí que no, mientras una de las tres acomodadoras del pequeño teatro nos pedía sitio para colocar a dos espectadores que habían comprado su entrada. Le comenté que esas fotos eran para quien me había contratado. Ella era una de esas personas que piensan que la fotografía es sólo apretar un botón y por lo tanto no hace falta pagar a nadie. Una directora de un centro de bellas artes.

Sé que es una lucha perdida, que a la gente le cuesta entender que hacer fotos es una profesión más.

Y como esta historia tengo cientos más. Sé que es una lucha perdida, que a la gente le cuesta entender que hacer fotos es una profesión más. Que tenemos que pagar impuestos como todos. Pero para llegar a profesional, hay que seguir un camino:

  • Dejarse atrapar por la magia de la fotografía. Puede ser por una exposición, una cámara que te regalan, un libro que lees o por inspiración divina…
  • Empezar a hacer fotografías como un loco, con resultados pésimos y descorazonadores. Mil preguntas a los que ves con un cámara.
  • Buscar información por todos lados. Los que empezamos antes de internet, lo teníamos un poco más difícil porque había que desplazarse.
  • Apuntarse a un curso en el centro cultural del barrio o dónde sea. Hay muchos y muy buenos.
  • Encontrar referentes y referencias. Las primeras fotos buenas empiezan a salir. Has empezado a cruzar la ciudad días enteros con la cámara la hombro. Y los libros de fotografía empiezan a inundar tu habitación.
  • Después de mucho esfuerzo, te compras una cámara mejor en el mercado de segunda mano. Ya tienes la mejor del mundo, la tuya. Te faltan objetivos y quieres un flash mejor. Pero habrá que esperar.
  • Estudiar otra cosa. Piensas que el mundo de la imagen es sólo una afición. Mientras oyes a un profesor hablar y hablar tú piensas lo bien que le queda esa luz a esa chica tan guapa que está a tu izquierda, al lado de la ventana donde se ve la calle. Estás infectado de fotografía.
  • Empiezas a estudiar fotografía más en serio, asistiendo a talleres y más talleres. Buscas las primeras prácticas. Te mueres del miedo en los primeros trabajos pero te das cuenta de una de las mejores máximas: de los errores se aprende, y mucho. El trabajo que haces en ese momento no te atrae nada.
  • Cobras tu primer trabajo. Te sientes dios. En mi caso, Richard Avedon.
  • Te das cuenta de todo lo que te falta por aprender. Momento depresivo que  se resuelve con una conversación o con un visionado de porfolio. Y más trabajos, por supuesto.
  • Te lías la manta a la cabeza y te haces fotógrafo autónomo o te contrata una revista (qué tiempos aquellos). Has empezado a ganar  mucho más dinero y hay que ser legal. Pasas de aficionado a profesional.
  • Como ya eres profesional, compras un equipo en consecuencia.  Y pasas años y años trabajando y pagando impuestos. Has conseguido tu sueño. Y te das cuenta de una cosa: nunca está de más aprender más.
  • El siguiente paso en apuntarte a un curso profesional para buscar nuevas respuestas y salir de la rutina en la que puedes haber caído. A pesar de todo no paras de hacer fotos.
  • Ya eres un profesional de pleno derecho, con años de experiencia a tus espaldas. Cuando haces una foto, buscas en tu archivo mental hasta conseguir que ese disparo sea único. Tienes la suerte de no estar encerrado todo el día en una oficina viendo las mismas caras. Tu lugar de trabajo es el mundo. Pero hay que pagarlo todo. Y aprender más.

Toda esta ruta, muy parecida a la de cualquier profesional al que le apasione su trabajo, es la que mucha gente no ve. Por eso no dí ninguna foto a esa persona. Además es competencia desleal y un desprecio ante la profesión y ante los compañeros.

Al final del espectáculo, como uno piensa que las cosas pueden cambiar, fui a hablar con dicha directora. Y le di mi correo electrónico. Si me escribía le cedería dos fotos, a cambio de que contratara a un fotógrafo la próxima vez. Todavía estoy esperando. Sacaría fotogramas del vídeo.

3 comentarios sobre “Ser fotógrafo profesional y sus problemas”

  1. Pingback: Anónimo
  2. Buenas…
    Ser fotógrafo es un sueño para muchos de nosotros. Cada uno tenemos distintos caminos para llegar al final, pero todos nos reconocemos en los demás.

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