¿Quién quiere comprar fotografías?

Hoy en día poca gente quiere comprar fotografías. Es uno de tantos problemas derivados de la crisis que estamos viviendo. Vamos a ver qué está pasando y si unos viejos maestros alemanes pueden llegar a tener la culpa de todo.

Seguro que si cambio la pregunta ¿quién quiere comprar fotografías? por ¿quién quiere venderlas? muchísimos más levantaríamos la mano. Hoy en día, es difícil vender una imagen. El mercado de la fotografía está, como tantos otros, estancado. Los marcos cuelgan sin dueños en las paredes de las galerías o  duermen en el fondo de los sótanos. Hace años las cosas no eran así. ¿Qué ha pasado en el mercado de la fotografía?

Fotografías colgadas
Fotografías colgadas

Vender fotografías se ha convertido en una misión imposible. Todos se han confabulado contra el fotógrafo y él solo tiene que salir del embrollo. Muchos recordamos cuando hacíamos inauguraciones de exposiciones y salíamos de las galerías con la mitad de la obra vendida. Son tiempos pasados que probablemente no volverán. Hoy, los que compran, quieren valores seguros y reconocidos. Y muchas veces ni eso.

La fotografía siempre se ha considerado la hermanita pobre. Cuando participas en un concurso de Bellas Artes (¿hay feas?) y lees las bases de todas las convocatorias descubres que una foto siempre vale menos. Dan ganas de pasarse a la pintura y dar una pincelada al baritado para conseguir una mayor retribución por tu trabajo, en el caso remoto de ganar. Pero esto es otra historia. Volvamos a las exposiciones y las galerías.

Desde hace mucho tiempo, demasiado, la fotografía entraba en las galerías dependiendo de si era necesario romper las puertas de la sala para que cupieran o no. Me explico, si una fotografía mide 4×5 m, tiene más posibilidades de ser aceptada que una de 40×50 cm. Muchos la mirarán de otra forma, incluso chuparan la patilla de las gafas, si las tuvieran, delante de la obra, o en su defecto se taparán la boca con la mano, para parecer más interesados aún.

El gigantismo tiene muchos adeptos en el mundo del arte. Si queréis podéis hacer la prueba. Acercaros a una galería para ofrecer vuestro trabajo. Después de hablar del tiempo y de vuestras influencias empezad a enseñar vuestro material en un portfolio de 30×40 cm. Fijaos, de reojo -en este mundo hay que ser discretos- en los ojos del galerista. Es el momento de hablar de tamaños. Como quien no quiere la cosa decís que ese es el tamaño de esa serie pero que tenéis otra de gran formato. Si en ese momento el galerista no salta como un muelle, estáis ante un profesional que ama la fotografía.

Quieren equiparar la fotografía a la pintura y para conseguirlo apuestan por los tamaños ciclópeos con el único objetivo de generar más dinero a la hora de la venta.

Desde mi humilde punto de vista, los Becher y sus aclamados alumnos han hecho mucho daño a este mundo donde todo está inflado. Candida Höfer, Andreas Gursky o Thomas Struth, los grandes superventas de la fotografía, tuvieron una gran visión de mercado: Burro grande, ande o no ande. Nunca un refrán español vino tan bien a un forma de actuar. En su defensa he de decir que, aunque no me gustan la mayoría de sus trabajos, tienen una desarrollo y una concepción impresionantes. Pero quieren equiparar la fotografía a la pintura y para conseguirlo apuestan por los tamaños ciclópeos con el único objetivo de generar más dinero a la hora de la venta. Muchos de ellos disparan sus cámaras de placas con la seguridad de que venderán toda la serie. Los ricos quieren cosas grandes para sus grandes casas.

Como podemos oír en el documental La maldición de la Mona Lisa, sobre la visión del crítico Robert Hughes:

El arte ya no es valorado por su perspectiva crítica sino por sus precios. Estos tienen una función central: la de dejarte ciego.

El tamaño tiene que justificar el precio, porque si no, muchos coleccionistas no lo entenderían. Da igual que cuando ves un libro de los becherianos, de pequeño tamaño en comparación, el mensaje se entiende igual, incluso mejor, pues podemos contemplar toda la serie sin necesidad de ir montado en patinete para ir de uno a otro confín de una supuesta exposición que pudiera albergar semejante tamaño de obras.

Quiero pensar que no hace falta llegar a tales extremos para poder vender fotografías hoy en día en una galería. Quedan galeristas que intentan no caer en las modas o directamente no tienen espacio. Los precios han bajado y mucho. Como siempre hay que hacer un trabajo excelente, y si estáis empezando, apostar por precios lógicos y nunca absurdos (tanto por pasarse como por no llegar). Y tener mucha paciencia y tiempo para patearse todas las galerías de la ciudad. Otro camino es internet, pero ya hablaremos del tema.

2 comentarios sobre “¿Quién quiere comprar fotografías?”

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