El peligro de los filtros digitales

Ahora todo el mundo tiene un smartphone. Y quien tiene uno tiene una cámara. E inevitablemente tendrá filtros digitales con efectos varios. Y ahí es donde entra la polémica que todos estamos viendo: la falta de creatividad y estandarización de las imágenes.

Desde siempre hemos sido víctimas de las modas. Y en fotografía todos hacemos las imágenes que nos permite la tecnología. En los orígenes sólo unos pocos podían impresionar esas placas químicas, y sólo destacaban los que seguían la corriente pictorialista. Quién no hiciera fotos inspiradas en los prerrafaelistas era despreciado y tachado de inculto.

Hubo una gran revolución estética llevada por unos pocos hombres, como Stieglitz o Strand, y la fotografía despegó para los aficionados gracias a la famosa Kodak Brownie que sacaron con el famoso eslogan

Usted apriete el botón que nosotros hacemos el resto.

Todos los aficionados pudientes empezaron a jugar con esa máquina que hacía fotos redondas con más o menos fortuna. Todas esas imágenes permanecen en los cajones esperando a ser descubiertas por los tataranietos para que las tiren o las vendan en cualquier tienda de internet. Sólo sirven de recuerdo. Pero hubo uno que supo ir más allá y llena todas las salas donde le exponen ahora. Estoy hablando de Lartigue. Se olvidó de las modas impuestas y empezó a fotografiar como un maniático lo que le gustaba. Y pasó a la historia.

Más tarde llegaron las cámaras de 35 mm, pequeñas y manejables; y en América y Europa triunfaba el humanismo de la exposición The Family of man. Y todos los aficionados, aparte de fotografiar a su propia familia, intentaban emular a los genios franceses y de la Europa del este. Sobre todo si tenían en sus manos una Leica o una Contax, como los grandes. Y por supuesto en blanco y negro. Y se impuso la moda no escrita de que si querías ser tomado en serio como fotógrafo tenías que olvidarte del color. Nadie cuenta que se hacia blanco y negro porque el color era muy caro y encima no podías revelarlo en casa, en el baño.

Y esa fue una moda que se mantuvo incluso cuando el color era mucho más asequible. Si hacías fotos en blanco y negro eras del clan, si no eras un mero aficionado que llevaba los carretes a las tiendas de un hora. Tenía muy mala prensa el color. Incluso los que empezábamos en aquella época prehistórica caíamos en la moda. Amábamos el blanco y negro. Odiábamos el color. Salvo si era una diapositiva Velvia, claro.

Pero en los 60 unos pocos empezaron a atreverse con el color, incluso antes si recordamos al genial Saul Leiter, que empezó a finales de los cuarenta. William Eggleston o Stephen Shore se olvidaron de los cánones establecidos y apostaron por algo que no hacia nadie. Y de nuevo unos pocos demostraron que tenían razón. Las modas están para romperlas.

¿Para qué he contado todo esto? Porque ahora estamos invadidos por la fiebre de los filtros digitales puestos de moda por Instagram, y todo el mundo hace lo mismo. Lo más grave de toda esta historia es que las cámaras que van saliendo al mercado tienen un apartado, que destacan mucho en la publicidad, que permite elegir esos filtros creativos, artísticos o como quieran llamarlos, para conseguir fotos llenas de vida y estilo. Y hoy en día no se vende un smartphone con una aplicación que haga lo mismo. Y Lightroom, por poner un ejemplo, tiene un apartado en el módulo Revelar llamado Ajustes preestablecidos que no es otra cosa que los dichosos filtros.

Y todo el mundo los prueba, los envía por teléfono, lo cuelgan en las redes sociales y se aceptan mayoritariamente porque es la moda. Y esto es como todo. El primero que lo hizo tiene su mérito. Los demás somos meros imitadores. Sobre todo si no ofrecemos un nuevo discurso, una nueva forma de mirar a partir de la norma establecida. Y todos los que lo prueban caen en sus redes. Sólo hay que tomar la foto, elegir el filtro más cool y listo. La imagen mejora.

Pero ya es un estereotipo (casi tanto como hablar mal de ellos, por supuesto). Y si queremos hacer como todos los grandes que he nombrado, tendremos que huir de los filtros como del demonio. No al efecto vintage, olvidemos el degradado, nunca más efecto miniatura… Evitemos caer en la moda.

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