Cómo proteger el equipo fotográfico en vacaciones

En este artículo voy a dar unos cuántos consejos para proteger nuestro equipo en vacaciones y evitar que se estropee por cualquier motivo. No se puede llenar de arena, no se puede mojar, no le puede dar mucho frío… parece casi un gremlin, uno de esos monstruos del cine americano de los ochenta…

Cuando nos vamos de vacaciones, como el que escribe estas líneas, nos llevamos siempre nuestro equipo con la idea de hacer las mejores fotos posibles de nuestra familia y de los lugares que visitamos. Pero nos solemos olvidar de la protección del equipo. No me refiero al mundo de los seguros, donde tienes que pagar una cantidad, conocer el número de serie de tus equipos y tener mucho cuidado si te metes en sitios poco recomendables o poco seguros. Me refiero a cómo evitar que nuestras cámaras se estropeen cuando subimos a las montañas o nos adentramos en ese territorio peligroso para la fotografía como es el mar.

Mochila

Lo primero que tenemos que hacer es llevar la cámara siempre en una bolsa adecuada para ello, una buena mochila de fotógrafo, que esté acolchada para evitar posibles golpes. Impermeable, para evitar mojar todo el contenido cuando nos sorprende la lluvia, cuando vamos a la nieve o cuando andamos buscamos la foto perfecta de una ola con el mar encrespado.

Hay que evitar las bolsas de promoción, donde pone con letras grandes y claras, rojas o amarillas, que ahí dentro llevas un equipo fotográfico. Un modelo discreto, acorde con la cantidad de material que llevas es lo mejor. Y como no hay que proteger sólo nuestro equipo, sino también nuestra espalda, recomiendo encarecidamente llevar siempre una mochila con las dos correas puestas, para evitar las contracturas tan dolorosas y eternas -y lo digo con conocimiento de causa-. Y si vamos a hacer senderismo, siempre es recomendable tener una con cinturón de pecho y cadera. O llevar el peso imprescindible.

Protección de los objetivos

Siempre, y más con los equipos digitales, tan sensibles al polvo, es fundamental tapar en todo momento con las dos tapas, la trasera y la delantera, todos nuestros objetivos. Conozco a mucha gente que cuando trabaja, para ir más deprisa, evita ponerlas. Pero sus fotografías siempre están llenas de motas con las que tienen que luchar largo tiempo frente al ordenador.

A la hora de cambiar los objetivos, nunca hay que hacerlo en el mar o en medio de una tormenta de arena. Siempre es mejor en un entorno tranquilo, con la cámara mirando al suelo, para evitar que caiga el polvo en suspensión en el sensor. Y descubrir el objetivo en el momento antes de colocarlo en su montura. Con un poco de habilidad se consigue, lo puedo asegurar. Y en casos extremos hay que llevar dos cuerpos o arreglarse con un único objetivo.

Lo que está claro es que siempre va a entrar polvo, y de vez en cuando tendremos que limpiar el sensor en el servicio técnico, o si somos muy valientes, nosotros mismos con los múltiples accesorios que podemos encontrar en el mercado.

En el mar

Es el gran enemigo a batir. En pocos sitios sufre más una cámara como en la playa. Y esto parece que poca gente lo sabe. Ahora mismo acabo de ver a un feliz padre con la cámara recién comprada, haciendo fotos a sus hijos metido hasta las rodillas en el mar… no creo que esa máquina sobreviva mucho después de la ola que se ha tragado. Y no, no era acuática.

Es un caso extremo, pero el aire del mar se come todo lo que encuentra en su camino. Hace mucho tiempo vi cómo envejecía ante mis ojos todo el metal a la vista de una vieja Canon EOS 300D simplemente paseando por la playa mexicana en un día que el viento venía del horizonte. El mejor consejo que puedo dar es no llevarse la cámara a la playa, pero si no podemos evitar la tentación, y lo entiendo, hay que llevar la cámara siempre en la mochila, y sacarla lo menos posible o lo justamente necesario.

Y por supuesto no dejar nunca la mochila apoyada en la arena. Tiene la facultad de meterse en cualquier recoveco e inundar los interiores de la máquina con sólo apoyarla en el suelo. Por eso, si decidimos hacer la foto, estamos condenados a llevar la mochila siempre puesta… o utilizar la compacta más barata que tengamos en casa.

En la montaña

El aire de la montaña es más permisivo con la fotografía. Las máquinas no sufren tanto con el aire frío de las cumbres… pero las baterías tienen aquí a su gran enemigo. El frío se come las baterías, las consume en un abrir y cerrar de ojos. Estamos obligados a llevar abrigadas a nuestra fuente de energía, pues nos podemos quedar sin ellas en el momento más importante.

No basta con llevarlas en la mochila, siempre bien cerrada y con la funda impermeable si hace frío. El mejor consejo en estos casos es llevarlas pegadas al cuerpo, en los bolsillos interiores de nuestros abrigos. Ese es el mejor sitio donde pueden estar. Y por supuesto, llevarlas bien cargadas desde el hotel, y comprarse dos, o mejor tres.

El mejor consejo del mundo para proteger la cámara

El mejor consejo del mundo que puedo dar para proteger la cámara es llevarla siempre colgada del cuello, del hombro cruzada si no es muy pesada, con una buena correa. La cantidad de veces que una máquina no se habrá ido al otro mundo por llevar un accesorio tan humilde y tan práctico.

Nunca me gusta llevar las que vienen con la cámara, pues hacen publicidad gratuita y llaman mucho la atención. Es mejor comprar una de neopreno, una elástica que reduce el peso del equipo a lo largo de las horas que la llevemos encima. Por supuesto está para usarla, jamás para llevarla colgando con el peligro de quedarse enganchada en cualquier lugar, como una rama o el brazo de un ladrón amigo de lo ajeno.

Espero que con estos consejos os sirvan para mantener vuestros equipos en este último mes de vacaciones. Y por supuesto, los podemos aplicar siempre que salgamos por la puerta de nuestra casa en la búsqueda de nuevos paraísos fotográficos.

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