Una vez terminado el curso de historia que publiqué en la revista También Contamos, paso a publicar en este blog las críticas que hice de algunas exposiciones y libros. Esta, de Cristina García Rodero, la única española miembro de pleno derecho en Magnum, es la primera que transcribo por la inmensa admiración que la tengo.

Cristina lo ha vuelto a hacer. Está en las librerías y allí nos está dejando parte de su ser para que todos disfrutemos de él. Esto parece una historia de amor, y probablemente lo sea. En realidad es que García Rodero tiene otro libro tremendo, y ha vuelto a triunfar, como era de esperar. Haití nos espera a todos.

Lleva toda la vida recorriendo el mundo, dedicándole muchos años a todos los proyectos que pasan por su cabeza. El mundo de la religión en Haití es el último que ha terminado, y aún así quiere volver. Las cosas que se aman nunca terminan. En uno de los países más pobres del mundo, que tiene el honor de ser uno de los primeros que abolió la esclavitud, convive codo con codo el oscuro mundo del vudú (oscuro por desconocido) con la fe católica. El misterio africano y la tradición europea en un país americano. Una mezcla viva que marca el sentimiento religioso de todo un pueblo: sensualidad, temor, fiesta, barro, carne, sentimiento y alegría.

Y como una más del pueblo, Cristina García Rodero ha dado vueltas con su cámara encontrando lo que estaba buscando, la comunión del cuerpo con el rito religioso. En sus fotos se siente la pasión que desencadena el contacto del agua, del barro que forma con la tierra, con los negros cuerpos de los nativos. Las convulsiones místicas del vudú que no están muy lejos de los éxtasis que todos conocemos de nuestra cultura religiosa. El contacto del hombre con la naturaleza; no hay nada tan impresionante como las cascadas que, me imagino, purifican los cuerpos embarrados. La fuerza del mundo se impone a los hombres, y es él el que nos da la vida y nos permite continuar, una cosa que parece haber olvidado el hombre occidental, porque lo de llamarlo civilizado es un poco presuntuoso. Las imágenes de Cristina García Rodero nos hacen dudar, ¿quiénes son realmente los salvajes?

Las convulsiones místicas del vudú que no están muy lejos de los éxtasis que todos conocemos de nuestra cultura religiosa.

Hombres y mujeres, olvidándose del pudor, se reúnen alrededor del río con animales, cabras y gallinas, que servirán para llevar a cabo su particular misa. Los cristianos se sientan y se levantan de los bancos de las iglesias, vestidos de domingo, y cuando el sacerdote lo decide, van todos juntos en fila india a comer el cuerpo y la sangre de Cristo. Los haitianos empiezan a sentir vibraciones por todo su cuerpo, lo que les hace perder sus ropas y mostrar lo que algunos llaman vergüenzas, los ojos se ponen blancos y algunas veces es necesario que les agarren para evitar que se hagan daño. Los cristianos, después de haberse comido el cuerpo de Cristo, que él mismo ofreció para el perdón de nuestros pecados, cierran los ojos, se arrodillan en los reclinatorios, y piden. Después se levantan y se van en pos del tentempié. Los haitianos, una vez terminado su rito, van a la caída del agua para eliminar cualquier rastro de suciedad, todos juntos, y seguramente la fuerza del agua les recordará lo afortunados que son por ser capaces de sentirla. Son dos creencias, dos formas de sentir, que nos hacen diferentes pero iguales, pues los dos buscamos lo mismo por distintas sendas.

García Rodero no pretende juzgar, sólo quiere enseñarnos lo que ha visto. Todo está bien. La religión forma parte de nuestra cultura, y en vez de unir a los pueblos, los separa.

Hoy es imposible encontrar el libro, pero si queréis buscarlo es de la editorial TF Editores, del año 2001.