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Los buenos retratos

Hace dos años se presentó el último retrato de la reina Isabel II de la mano de David Bailey. Es un buen punto de partida para averiguar cómo se hacen los buenos retratos sin estridencias ni complicaciones.

Con motivo del 88 cumpleaños de la reina Isabel de Inglaterra se encargo al gran David Bailey el tradicional retrato para conmemorar tan magna celebración.

Después de la agria polémica con Annie Leibovitz, y de las fotos de dudosa calidad técnica de los duques de Cambridge, la casa real británica ha decidido apostar por uno de los mejores fotógrafos de la corte, David Bailey.

David Bailey

Es uno de los niños terribles de los sesenta londinenses, cuando empezó el mundo cool y The Beatles y Rolling Stones eran el símbolo extremo de la modernidad.

De hecho, el personaje principal de una de las películas más fotográficas de la historia, Blow up de M. Antonioni, está basado en su figura. Lo único que no me gusta de esta historia inspirada por el cuento de Julio Cortázar es que el protagonista es inaguantable. Espero que Bailey ya no sea así, aunque quién sabe.

Ha fotografiado a todos los grandes de la música, a las mejores modelos para la revista Vogue y su trabajo cada vez me recuerda más a la del gran maestro, Richard Avedon, con sus fondos blancos y su formato cuadrado de la Hassel, una cámara que merecería un museo para ella sola, por lo que ha marcado a algunos de los artistas más importantes de la historia.

La historia del retrato de Isabel II

El retrato de la reina Isabel no puede ser más sencillo. La técnica se la sabe de memoria, pero el momento justo del disparo sólo se descubre con la experiencia que tiene un fotógrafo de 78 años de vuelta de todo.

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La reina Isabel II por David Bailey

El fondo es blanco luminoso. Si no fuera por una adecuada posición de las banderas que cortan la luz podría provocar flare. La luz principal, una gran ventana, está a la izquierda del fotógrafo. A la altura de los ojos de la reina.

El reflejo en las pupilas -grandes chivatas sobre la posición de las luces- y la sombra en el lado derecho del retrato, son los delatores de la colocación.

Está tomada relativamente cerca. Seguro que el fotógrafo no estaba escondido detrás de la cámara, o en este caso encima. La Hasselblad estaría sobre un trípode. Ambos protagonistas, porque un retrato siempre es cosa de dos, estarían hablando de sus cosas o comentando alguna anécdota o noticia del día.

La fotografía servirá para la campaña gubernamental «Great Britain», creada para promocionar a Gran Bretaña como destino de primer nivel mundial. Al parecer todo lo relativo a la realeza atrae a los turistas.

¿Por qué entra dentro de los buenos retratos?

Esta es la pregunta más difícil, y la más interesante. Es lo que diferencia una obra que pasa sin pena ni gloria a una obra que permanecerá en la memoria. Voy a intentar responder contemplando esta fotografía. Es una apreciación personal, y cualquiera puede tener otra impresión.

La reina Isabel debe tener una agenda muy apretada, y no debe ser fácil encontrar un hueco en ella. La fotografía no se debió hacer en un día ajetreado, y no creo que durara mucho tiempo la sesión. Esto supone que el fotógrafo debería tener todo absolutamente montado y pensado antes de que llegara tan ilustre personaje.

Esto quiere decir que la fotografía no es fruto de la casualidad, sino que estaba muy pensada de antemano. Es algo que todos deberíamos hacer en un caso similar, aunque sea con un familiar paciente. Se puede improvisar, pero siempre después de tener muy claro cómo empezar.

La reina está relajada. Está segura delante de una persona que se ve que sabe lo que va a hacer, que no titubea. No se tiene que preocupar de nada, solamente de pasarlo bien y estar atenta a las indicaciones.

Es un buen retrato porque cuenta una historia, porque nos acerca a un personaje que no es accesible y lo hace familiar.

Es un buen retrato porque cuenta una historia, porque nos acerca a un personaje que no es accesible y lo hace familiar. Parece nuestra abuela feliz por posar para nosotros.

Está lejos de la parafernalia real. Lleva joyas más o menos discretas, y nada enturbia la mirada, esos ojos que nos miran directamente y que parece que nos invitan a una conversación.

Pero todo eso no tendría sentido sin una técnica depurada y perfecta. Es un blanco y negro de libro, con las luces perfectamente dispuestas. Destinadas a realzar el rostro de la señora.

Se ve cada poro de una piel perfecta para los 88 años, pero ante todo destila naturalidad y sencillez. La única pega es que es un poco clásico, pero seguro que ese aire intemporal está buscado. Y os puedo asegurar que no es fácil conseguirlo.

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