El Che por Alberto Korda

Quizás no haya una fotografía más famosa y más reproducida en el mundo entero. No hay joven moderno de izquierdas que no se haya puesto una camiseta con el rostro del guerrillero o al menos una chapa para impresionar a su grupo de amigos. Es una imagen tan reproducida que ya ha perdido su verdadero sentido y valor, y muchos desconocen la figura que representa. Pero veamos la historia de la fotografía de el Che por Alberto Korda.

Alberto Korda era un fotógrafo cubano que sabía disfrutar de la vida más que de otra cosa. Se llamaba realmente Alberto Díaz, pero cuando decidió abrir un estudio fotográfico en La Habana, junto con su compañero Luis Pierce, pusieron el nombre de Korda, en claro homenaje al famoso productor de películas húngaro, nacionalizado americano, Alexander Korda. Puede que también eligieran semejante nombre por sus sonoridad y su leve recuerdo a Kodak.

Vivía de retratar a las mujeres y toda su vida vivió con una obsesión: ser tan grande como Richard Avedon (algo que nos gustaría a muchos). Pero sus fotos de modelos ligeras de ropa no ayudaban mucho a conseguir esa meta inalcanzable para los mortales que llevamos una cámara al hombro. Tuvo la suerte de que dos famosos compatriotas, como el escritor Guillermo Cabrera Infante y el fotógrafo Jesse Fernández, se fijarán en su hermosa mujer, que les llevó a su estudio. Y allí, gracias a su encanto y sus picantes fotos, consiguió trabajar para la revista Lunes.

Tuvo la suerte de que dos famosos compatriotas, como el escritor Guillermo Cabrera Infante y el fotógrafo Jesse Fernández, se fijarán en su hermosa mujer, que les llevó a su estudio.

Este hecho casual le permitió viajar a Nueva York y conocer al gran Avedon. El maestro le bajó los humos artísticos y parece ser que le invitó a intentar hacer otro tipo de fotografía, pues le faltaba calidad y técnica y parecía estar más interesado en desnudar a la modelo que conseguir que la luz reflejara perfectamente su cuerpo.

El momento de la Revolución

Pero llegó la revolución cubana. Y Alberto Korda fue elegido como uno de los fotógrafos de la revolución. Siguió, en los momentos en los que no perseguía faldas, a Fidel Castro, a Ernesto Guevara, a Sartre, a las más guapas milicianas…Y un día, en el funeral por las víctimas del barco La Coubre, que explotó en el puerto de La Habana el 4 de marzo de 1960, por causas nunca aclaradas auqnue dicen que por ahí cerca estaba el FBI, tuvo su golpe de suerte.

El Che estaba entre los presentes en el funeral. Korda estaba más preocupado en fotografiar a Jean Paul Sartre y su mujer Simone de Beauvoir, como ilustres visitantes que eran. Por supuesto hizo muchas más fotos a Fidel Castro, que estaba dando un discurso.

Los dos fotogramas
Los dos fotogramas

Pero fue capaz de percibir, en un momento, como si fuera un auténtico reportero, al guerrillero argentino asomándose. Según se ve en la hoja de contactos, documento fundamental para conocer la mirada del fotógrafo, sólo pudo hacerle dos disparos, uno vertical y otro horizontal. El vertical parece más nítido y espontáneo, pero detrás de su hombro asoma la cabeza de un personaje que estropea el resultado final. El fotograma horizontal tiene el rostro de perfil de una persona a la izquierda y unas hojas de palmera a la derecha, pero la mirada del guerrillero sigue imperturbable, frente a un fondo blanco que lo enmarca. La sencillez al poder. Como dijo el autor

Esta foto no fue planeada, fue puro azar.

Estas dos fotografías, alejadas de todo lo que había hecho hasta entonces con su Leica (él, que siempre había sido Rollei) quedaron en el olvido de las prisas de la prensa, y en el reportaje del periódico sólo aparecieron los intelectuales franceses.

Y la foto se hizo la más reproducida de la historia

Siete años después, Ernesto Che Guevara entra en la leyenda al ser asesinado por el ejército boliviano, en colaboración con la CIA, según cuentan las crónicas. Y es entonces, en 1967, cuando empieza la leyenda.

Dos italianos llegan al estudio de Alberto Korda en Cuba, y le piden revisar todo su archivo. Estos dos italianos eran Giangiacomo Feltrinelli y Valerio Riva, prestigiosos (y tramposos, como ya veréis) editores milaneses. Entre los miles de negativos son capaces de ver esas dos fotos, y consiguen que Alberto Korda les haga una ampliación recortada del negativo horizontal.

Es entonces cuando la fotografía de el Che empieza a lucir en todo su esplendor. Esa fotografía se la llevaron a Italia y ahí empezaron a hacer copias y más copias hasta convertirse en la que dicen que es la fotografía más reproducida de la historia. Un simple retrato de un hombre que marcó una época. Odiado y amado.

Es la imagen que a todos nos viene a la cabeza cuando imaginamos a un guerrillero del siglo XX. La mirada firme y doliente de un hombre que lucha contra las injusticias.

Es la imagen que a todos nos viene a la cabeza cuando imaginamos a un guerrillero del siglo XX. La mirada firme y doliente de un hombre que lucha contra las injusticias. Pero esa mirada y esos ideales han sido constantemente prostituidas por el afán devorador de la publicidad y el capitalismo. Algo que en teoría no representa. Es una foto parodiada continuamente, que aparece en camisetas de marcas, en anuncios deportivos…

Lo más curioso es que el autor nunca recibió dinero por una de las pocas buenas fotografías que hizo, y por la única que será recordado. Es uno de  los millonarios virtuales más ricos por una fotografía. Quién pudiera haberla hecho a pesar de todo.

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