Garry Winogrand, el gran fotógrafo olvidado

Hay pocas cosas que me gusten más que reconocer y redescubrir las obras originales de los grandes fotógrafos que en el mundo han sido. El caso de Garry Winogrand -que ahora podemos ver en la Fundación Mapfre– uno de los grandes más desconocidos, es perfecto para simbolizar las palabras que he escrito. Y ahora veréis por qué.

Es uno de los mejores fotógrafos de la historia, aunque su nombre no suene tanto como Robert Frank, Walker Evans o Diane Arbus, fotógrafos con los que se le relaciona por la estética de sus trabajos. De hecho se le sitúa entre medias de los dos hombres y como un igual con la gran Diane Arbus, pues gracias a la labor de John Szarkowski en 1967 dio a conocer a Winogrand y Arbus, junto con Lee Friedlander en la importante exposición New Documents del MOMA de Nueva York.

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Esta exposición parte de una historia triste. Garry Winogrand murió con 56 años, por culpa de una enfermedad cruel que acabo con él en apenas unas semanas. Él estaba volcado en salir a hacer fotos, con sus Leica, su 28 mm y su amada Tri-X. Y se olvidaba de revelar esos carretes en blanco y negro. Algunas fuentes hablan de 6500 carretes no revelados, y en la exposición dicen que son más de 7000…

Pues bien, lo que vamos a ver una vez atravesamos las puertas de la sala Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre en Madrid, es una retrospectiva con imágenes que él nunca pudo ver de esos carretes no revelados, pues la mayoría jamás supo si le habían salido. Supone por lo tanto ver el trabajo de una persona a través de los ojos de sus amigos, sin estar seguros de la aprobación del autor.

Las cerca de 200 fotografías que podemos contemplar forman parte ya del corpus de Garry Winogrand y serán contempladas como tales, pero nunca sabremos si él estaría de acuerdo en incluir la mayor parte, reveladas después de su muerte y seleccionadas por sus allegados. Nunca sabremos si ese es el legado que hubiera querido dejar a la posteridad.

La exposición

Está dividida en tres grandes bloques: Bajando desde el Bronx, Un estudiante de Norteamérica y Auge y crisis. Desde que se organizó la retrospectiva en el San Francisco Museum of Modern Art hasta que ha llegado a España de la mano de la Fundación Mapfre todos los espectadores hemos podido ver a un autor con mucha obra inédita y que con la mitad de lo que podemos ver cambió la historia de la fotografía. Es como descubrir a un fotógrafo nuevo, como ir a ver una exposición de Vivian Maier.

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Sus fotografías son duras y desordenadas. Son fotografías de la calle, pero él odiaba que le catalogaran así. Son partes de la vida, que seleccionaba y diseccionaba para su uso y disfrute.

Huía como alma que escapa del diablo de la perfección de Cartier Bresson, y se dejaba llevar por la fotografía pura de Walker Evans y el nuevo lenguaje de Robert Frank, que aunque contemporáneo, siempre lo consideró su guía y antorcha.

No soportaba recortar en el laboratorio. Servía todo el negativo o nada. Y como usaba objetivos angulares eso le obligaba a acercarse mucho a las personas, a las que invadía literalmente por la calle, sin la agresividad de Bruce Gilden, por supuesto, pero dejándose notar. Todos le ven, pero ninguno de los retratados parece molestarse.

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Llama la atención sus encuadres, sus desenfoques, sus líneas caídas… su aparente desorden al fin al cabo. Pero así es la vida, sin momentos decisivos ni especiales, cada segundo que estás vivo importa y merece ser retratado. Este estilo lo extendió posteriormente por toda América gracias a la famosa beca Guggenheim. Estos trabajos son los que se aglutinan en la segunda y tercera parte de la exposición cuando recorrió todo su país, por la misma época en la que Robert Frank gestaba su gran obra, Los americanos.

Por tanto, ir a ver esta exposición se convierte de nuevo en obligatorio para todos aquellos que amemos la fotografía y queramos conocer sus fuentes, a pesar de los pesares y de la muerte. Porque al final la vida queda reflejada en una porción de material sensible.

Podemos verla, en la sala Bárbara de Braganza de la Fundación Mapfre, en la calle del mismo nombre, perpendicular con el paseo de Recoletos, hasta el 3 de mayo de 2015. La entrada es gratuita, y como viene siendo habitual, el catálogo de la exposición se convierte en una obra de referencia sobre el trabajo de Garry Winogrand.

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